Diaz Valero Alejandro José

Una historia, dos cartas

PRIMERA CARTA:

Carta abierta  a los habitantes de Santa Bárbara del Zulia (Emitida mentalmente en Julio de 1978)

 

Esta carta la escribo hoy treinta y tres años después, con todas las ideas que una vez pensé.

 

Quiero despedirme de mi querido pueblo, voy a una ciudad más grande, aunque me da miedo.

 

Dejo un pueblo pequeño e inocentón, por irme a una ciudad  con alto nivel de industrialización. No será fácil para mí, pero a pesar de todo ya lo decidí.

 

No sé si allá habrá ríos o alguna represa, ni mucho menos si podré bañarme en sus aguas turbulentas; No sé si veré el sol  esconderse jugueteando tras los matorrales, o si disfrutaré de los baños en lluvias invernales.

 

No sé si allá la gente será tan cordial y amistosa y saludaran sonrientes sin mirar mi ropa; tampoco sé si podré caminar las calles, sin que haya alguien que me ametralle, o si cuando tenga ganas de unos tragos, pueda encontrar quien me ayude a pagarlos.

 

En realidad no sé nada, sólo sé que  allá la vida es brava, que en una ciudad se vive diferente, y todo cambia, hasta la gente. Que hay más vicios y contaminación, aunque haya posibilidad de mejor educación. Tal vez más posibilidades de empleo, y por eso con firmeza es que me resteo.

 

Sé que no es fácil dejar el pueblo, pero sepan que me voy persiguiendo mis sueños.

 

Me llevo mis ingenuidades pueblerinas, a luchar con las malicias citadinas… Sé que tengo que luchar sin miramientos, y sepan que haré mis mejores intentos.

 

Dejo las calles con sus humildes esquinas, para andar transitando por grandes avenidas.

 

Adiós amigos, dilatar el viaje, más no puedo; pero sepan que dentro de mí me los llevo, así como el amor que siento por el pueblo.

 

Algún día sabrán de mí, cuando en algún momento vuelva por aquí.

 

 

Hasta la vista compañeros, espero recuerden a su amigo Alejo.

 

SEGUNDA CARTA:

Carta abierta  a los habitantes de mi pueblo. (Emitida en Julio de 2011)

 

Apreciados amigos, después de algo mas de tres décadas, esta carta les escribo.

 

El tiempo transcurrió, inexorable, por eso quiero mi historia narrarles, fue duro y muy cuesta arriba, salir adelante de la forma preconcebida.

 

Tal como pensé en aquellos años, era un cambio de vida muy extraño, corrí muchos riesgos de que me hicieran daño, y a veces hasta viví como un huraño. Pero luego de modo apreciable, me fui haciendo cada vez más sociable.

 

Vi delincuentes en sus fechorías, y los vi también muertos por la policía; vi gente que sufre y se destrona, al sucumbir tristemente ante la droga… Vi rendirse muchos compañeros, que emprendieron su regreso de nuevo al pueblo; pues reconocían con sinceridad, que lo de ellos no era la Universidad … Y eso, aunque extraño parezca, me servía de impulso para seguir con mis metas.

 

No me di el derecho a claudicar, y aguanté sereno hasta el final; pero a pesar de todo soy la misma persona, pensar que he cambiado no lo digan ni en broma… Es ahora distinto mi postura intelectual, y eso es lógico soy profesional. Pero mi esencia pura y pueblerina, esa sigue igual, demás está que se los diga.

 

Luchar contra la adversidad, es asumir la vida con propiedad, y salir egresado de la universidad, era parte del desafío que asumí en aquella oportunidad.

 

Hoy vuelvo sonreído al pueblo, pero hay muchas cosas que no entiendo,  y no es que lo haga adrede, pero pienso que los cambiados fueron ustedes, ya no veo la misma sencillez, esa que nos unió aquella vez, había entre nosotros verdadera amistad, y de eso ya no queda ni la mitad.

 

Aún así, continúo visitando mis viejos lugares, porque hay allá tantas cosas que me son especiales. Son hermanos, parte de mis vivencias, que no puedo olvidar a pesar de mi experiencia. Por eso hoy que nuevamente los visito, quisiera ver el pueblo igual de bonito, pero veo que es imposible, y hasta pretender hacerlo resulta risible.

 

Entonces hermanos, me devuelvo a la ciudad, pensando en la gente que ha quedado atrás, esa que me quiso tanto, y que al pasar el tiempo me ve como extraño. Seguiré mi vida en el urbanismo, porque se que para ustedes ya no soy el mismo. Pero sepan que seguiré con mis recuerdos vivos, porque olvidar al pueblo eso sí, que no que lo concibo.

 

Hasta la vista compañeros, ojala nos veamos por el sendero, porque todos juntos somos arrieros, y el amor a la vida hay que mantenerlo.

 

Reciban mi mensaje, sin resentimiento y sin intriga, junto a un abrazo y que Dios me los bendiga.

 

 Alejandro J. Díaz Valero.

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