ALVARO J. MARQUEZ

¿Y ESAS OREJAS?

Llovía mucho, sin parar, mucho llovía

Y el aguacero iba a seguir todo el día

Y de hecho por varios días iba a caer.

Yo en esos días no estuve, pero soñé

Que en esas condiciones el patriarca Noé

Desconcertado no sabía ya qué hacer.

 

Un arca le ordenaron entonces construir,

Había animales que debían sobrevivir

A semejante diluvio que no cesaba…

Una pareja de cada especie fue a buscar

Y así frente a Noé comenzaron a desfilar

Todos los animales que él buscaba.

 

El caballo zaino y su yegua que era fina,

El caballero cochino y su dama la cochina

Y el perro, acompañado de su linda perra.

El arca se estaba llenando ya hasta demás,

Tantos animales que debían vivir en paz,

Parecían estar en medio de una guerra.

 

Entraba el gato y su esposa la felina,

El gallo y muy emocionada la gallina

Que veía de reojo al burro que llegaba.

El burro llegó solo y según rumores,

Le estaba yendo mal con sus amores

Y al parecer, ninguna hembra lo aguantaba.

 

Se llenó el arca de muchos animales,

Noé trató de hacer ligeros sus males

Dándoles a todos un trato por igual.

Algunas hembras que estaban solteras

Y otras que no, igual pedían altaneras

Que Noé les permitiera visita conyugal.

 

Entre otras protestaban la leona, la tigresa,

La señora cebra que era toda una belleza

Y la jirafa, esbelta, elegante y muy divina.

Noé ya se mostraba un poco extrañado,

Porque desde hace rato por ningún lado

Se veía ni siquiera el rastro de la gallina.

 

El burro en su cuarto estaba encerrado,

Noé lo mantenía por si acaso apartado

Ya que era un animal de mala fama…

Y apenas llegó le dijo de buena manera,

Que por nada del mundo se le ocurriera  

Meter a alguna de las hembras en su cama.

 

Así pasaron los días, semanas, meses,

Cada animal defendiendo sus intereses

Y el tiempo pasando raudo como un susurro,

El patriarca Noé casi no lo podía creer,

Pero en el arca estaban empezando a nacer

Todas las crías con las orejas del burro.

 

Los hijos de la tigresa, los de la leona,

Los de la coneja, de la gata y de la mona,

Noé seguía escuchando tantas quejas…

Porque los machos del arca no entendían

Por cuál razón todos sus hijos nacían

Con semejante forma en sus orejas.

 

Cuando al burro fue a pedirle cuenta,

Se encontró a la gallina que muy contenta

Salía estrenando unos plumajes nuevos.

Aunque sus hijos vivían horas amargas,

Ya que por tener unas orejas tan largas

Ya no cabía casi ninguno en los huevos.

 

Total, que me desperté, pero pude ver antes,

Que Dios regañó a Noé por unos instantes

Y le dijo que aunque había equivocado la cosa,

Pese a todo Noé debería estar satisfecho,

Que no pensara en lo que el burro habría hecho

Si acaso Noé también llevaba a su esposa.