Carlos Fernando

Nimio

 

En el camino de la imprudencia

me encontré con un viandante.

Caminábamos buscando

el horizonte donde se unen

las paralelas lontananza.

El lugar donde el Supremo Juez

espera a todos tras la muerte.

Esa frontera que cruzaremos todos

fatalmente, unos con miedo,

otros confiados a un nuevo

amanecer detrás de los majanos

de un nuevo parto,

inmaterial, fuera del tiempo. 

 

La incertidumbre;

ese tamo de indecisión

que leuda la confianza

y la aniquila, nos condujo a

una sorda batalla de conceptos. 

Los hombres somos tan necios…

que no vemos más allá de las narices

de nuestra propia soberbia.

Que todo lo mide y lo sopesa

como si el alma fuera susceptible.

Y Dios, un espécimen de fuerza

comprensible.

 

Tan ciego fue mi compañero,

como yo torpe, él para comprender.

O yo para entenderlo.

Que antes de llegar a la estación

nos separamos.

Para extraviarse cada cual en su desierto.

 

Este Mundo de cosas imperfectas,

de humanos procesos defectuosos,

es tan necio; que por eso

piensan los gnósticos que

es obra del demiurgo, mentiroso y perverso.

Ignorando lo que dice la Escritura:

que vio Dios que todo lo que había sido Su factura

era bueno. Y reposó. 

 

Somos los hombres,

seducidos por el diablo,

quienes echamos a perder la perfección

de nuestra tierra.

Si no lo creen; miren al cosmos

que siendo inmenso, Alguien

(que no viene de Sirio, ni mora en un planeta)

con mejor economía que la del hombre.

Que diseñó los Cielos y la Tierra,

los sustenta, los coordina y los moldea.

Los llena de hermosura para asombro

de quien los observa, y escudriña.

Sea un poeta o un astrónomo.

Sea un mago o un profeta.

 

Por eso, antiguo compañero de camino,

bueno es que sepas, que Dios se encuentra

más allá de nuestra ciencia,

y lo que sabemos hoy es nimio.

Como nimia es nuestra sabiduría

y egocentrismo,

Según la contradictoria definición de nimio,

que prefieras.