Gerardo Barbera

LA CAJA FRÍA

 

El amanecer llegó solitario,

y el hombre en la silla

contemplaba el final

de cualquier esperanza.

La vida era un latón pobre,

iluminado por la tristeza

de moribundos cirios,

un cuerpo arrojado con su vestimenta vieja.

 

Algunos vecinos lloraban en silencio,

los hombres bebían.

Una vieja rezaba un rosario misterioso,

las otras señoras pensaban en su propia muerte.

Y esa sombra recorría todos los corazones,

la mujer en la urna se reía,

ella sabía todos los secretos del "Más Allá",

Ya no sentía terror, ni locura.

Su rostro estaba sereno y frío,

por eso le temían y rezaban.


Llegada la última hora,

la dejaron en el cementerio,

ahí quedó, sumergida en las sombras,

sola, ya sin su sonrisa,

contemplando la oscuridad de su primera noche.

La morada final: una caja, el silencio,

el deseo de gritar, de escapar, arañar la tierra.

Todo era inútil, pero ella, se resistía,

tenía la vaga esperanza

de escapar y mira aunque sea

una sola vez, la cara triste de su compañero,

ella no lo sentía a su lado cómo siempre,

él no estaba en la caja,

permanecía en la misma silla... llorando

esperando mirarla entrar

con el tarro de café: "tómatelo, Juan..

con cuidado, que está caliente"