Monica Landini

Humanidad

No existe sitio tan bajo donde podamos caer

del que la mano Divina no nos pueda devolver.

 

Mas si en sendas de egoísmos  insistimos deambular,

nuestra alma hastiada de males, su voz no sabrá escuchar.

 

El corazón enviciado solo ve  lo material,

y una vez que lo ha logrado, sigue en su angustia inicial.

 

¿Cómo habrá de sustentarnos nuestro precario saber

asfixiado en arrogancia y a punto de perecer?

 

El témpano que observamos indolente en su flotar

solo es un fragmento escaso de montaña colosal.

 

El pecado nos degrada, menguando nuestra visión.

¡Hay tanto que no sabemos, frente a cada decisión!

 

Pedimos que Dios actúe como vulgar marioneta

exigiendo que apresure nuestras alocadas metas,

 

y perdemos los manjares que Él nos ha preparado

agregando más espinas a su cuerpo lacerado.

 

Dejemos que nos alcance el amor incomparable

de esos brazos extendidos  a través de las edades.

 

Solo Él puede lavar el barro de nuestro espanto

y hacerlo todo de nuevo desde el hueco de su mano.