MARÍA DEL MAR

OLMO Y PALOMA

En papel de soledad llegó el mensaje.

Sobre el punto y final capté una lágrima

y al leerle al cielo tus palabras;

las nubes se prestaron al viaje.

 

Les rogué a las montañas, olmo amado,

un instante se apartasen a mi vuelo

y a modo de desierto sobre el suelo,

extendieron su alta cuna abriendo paso…

 

He venido, mi bien, a enamorarte.

Quiero abrir de tu pecho esa cancela

que oxidante a la fuerza se rebela

de la mano que intenta liberarte.

 

Tan siquiera… ¡Déjame sobrevolarte!

Cruzando el patio donde hostil encierras,

entre hojarascas y lodosa tierra,

la raíz febril que ayer enterraste.

 

Quiero ser la evitadora del misterio

que mitiga la luz que en ti cobijas.

Quiero ser la hoja que te explica

que hay tras el envés de un cautiverio.

 

¡Déjame volar a tu espesura,

rozar, viril olmo, tu alta copa!.

¡Déjame sentir como me arropas

el alma en la cruz de tu hermosura!…

 

Sé bien que soy tan sólo un ave

y tú eres magnitud en tus principios,

pero déjame abocarme al precipicio

que desata la causa de tus males.

 

Quiero convertir en agua fresca

al lodo que encenaga tus raíces

y volver mariposas que te hechicen,

al manto que te cubre de hojas secas.

 

Tan sólo quiero, mi bien, que te enamores.

Verás como el amor calma tus penas

y la sabia que circula por tus venas,

alimenta un renuevo de fulgores.

 

Y el sonido de mis alas al batirse,

hará eco en el fondo de tus ramas

y al sentir que esta paloma te ama,

desde tu cruz al corazón querrás erguirte…

 

Y ahora… Ahora duerme, mi bien, que esta paloma,

ha de cumplir un nido de promesas,

dejando en libertad tu alma presa

al rociar la alborada con tu aroma…

 

Mi olmo, mi príncipe, mi amado…

En un instante surcaré los cielos,

quiero robar para ti el lucero,

ese que miras y te parece tan lejano…

 

Y así, mañana, cuando él esté en lo alto,

sentirás que su luz es más intensa…

Mi olmo, será su alma que vuela inquieta,

queriendo refugiarse entre tus brazos.

 

Y al rozarse con tu copa, olmo amado,

de cada hoja surgirán miles de estrellas,

afianzando sus raíces en la tierra

y tallando dos nombres a su paso.

 

Y el mundo… Querrá saber donde habitamos.

Y al mundo… Nos seguiremos ocultando.

Tú olmo. Yo paloma. ¡Qué importa cuándo

ni dónde… Ni por qué nos amamos!