Luz marina Seneca

tumba eterna

Le susurra al oído, mientras acaricia su carcomida piel

Que un día fue como azúcar de miel

Sus gritos ya nadie los escucha

Es su corazón paro de palpitar

Sus manos aun desgarran las murallas eternas

A las que ha de acostumbrarse

 

Sus lagrimas se secaran y ya no volverán a recordar

Jamás el ayer que un día fue

 

Sus seres amados caminan pero sienten en el oído

Sus dulces gemidos

 

Sus labios como muros de arena se derrumbaran y

Muy lejos volaran paro no volver a soñar

 

Su mirada se va alejando y con angustia ve el vacio

Que la absorbe y la vuelve un suspiro

 

Aquellos verdugos del olvido van tragando su

Bello cuerpo, que un día cayo y no retorno