minsandi

Mester de profecía

 

Calló el mester de clerecía, dando su espacio

a la palabra fiera,

enemiga de injusticias, robos y maltratos

que corren por la tierra.

 

Ya no es el verso pulido, suave y rebuscado

que habla en forma tierna.

Se ha desvestido, como se desvisten los labios

y el alma de un profeta.

 

Ahora, un nuevo mester de pasión ha llegado,

para tocar conciencias

con su verso fiero, dulce y solidario

por dentro y por fuera

rompiendo la esclerosis que ata al pasado

perpetuando sus huellas,

revolviendo los órganos en su fuego amargo

para que se embeban

fémures, costillas, ojos, orejas y labios

de la justicia tierna,

reloj que despierta los sueños adormilados

y que raja conciencias

muy encallecidas con la fuerza del desgano

y con palabras muertas,

surgidas de la religión que roba zapatos

como quebrar las vértebras.

 

El mester quiso tomar el sabor acerado

y dulce del profeta,

hundido en las raíces del árbol extasiado

de la justicia tierna;

soñadora de ojos que se ven como hermanos

unidos en la guerra

trayendo, con sus palabras y hechos en lo diario

su amor puro en la tierra.

 

Y cuando el tiempo por fin haya culminado

y se acaben las eras,

los órganos beberán un suave y dulce canto

que apagará las guerras,

fusilará a la religión por asesinato

y por infamias negras,

al robar los sueños y esperanzas solidarios

trayendo las tristezas

que rompieron en apocalipsis angustiado

el amor en la tierra.

 

¡Qué gozo llenará a todos los miles de cántaros

que habiten en la tierra!

¡Qué entierro más alegre y por miles esperado

de la religión negra!

¡Es como que si se hubiesen por fin reinventado

los cielos y la tierra!

 

Ya las vértebras no serán inútiles cantos

ni alabanzas huecas:

serán el motor de los hombres, que caminando,

dejarán otras huellas,

apasionados por un antiguo y dulce canto

que vino a la tierra

de verso dúctil, oráculo que ha dejado

el mester de un profeta.