tiburcio de la sonec

Sangre de tierra

Ahora el hombre, ya no es hombre,

la cama lo domina y su cara esta vencida,

el murmullo de los cuervos da el presagio de un nuevo

y peligroso viaje.

Lo placentero se desvanece, el balcon iluminado por el sol

parece atraer a las sombras para su festin,

el carroñero esta a su lado, no hay fuerzas para vencerlo,

el vigor de aquel con sangre de tierra, de ese sujeto que aspiraba ciudad

y suspiraba montañas se extingue con el camino.

Su rostro sigue extaciado de joven figura ,

descansa sobre el trabajo de sus manos,

y alimenta su mente con pensamientos incognitos,

mas ya no se desvela por el abrazo de su cultivo.