MARÍA DEL MAR

EN ESTE IR Y VENIR

En este ir y venir

de cosas sin verso,

de miradas sin estío

y luciérnagas rotas…

Encontré una sonrisa

de pequeña mueca,

una mirada transparente

bajo pobladas cejas

y unas manos guiando

los compases de unas notas...

Bajo la encrucijada alborada

de los que se aman en sombras.

 

Y frente a mí,

casi rozando mi persona,

a sólo un palmo de mi cabeza,

pude ver resurgir el ángel

que salía de su boca.

 

Y al desplegar de sus alas,

sentí su arrullo

copando mi calma,

pinzando mis carnes

que, a duras penas,

sujetaban mi alma…

 

Y me prendí de él, al instante,

en los perfiles de sus alas,

aprendiendo a quererle tanto...

Tanto, como a odiar el destino

de pasadas estrofas,

por aliarse a mis vestidos

en el devenir de mis ropas;

bordándose en mi vida

con puntadas sordas…

 

Pero él...  Él me enseñó a olvidar;

al mezclarme con sus sombras.

 

Y de tanto y tanto quererle,

necesité mirarle a solas

bajo la espesura de las hojas

de aligustres y rosales

que arropaban su persona…

 

Y de tanto y tanto mirarle,

aprendí a escucharle,

a leer en sus notas,

a descifrar los mensajes

de su angelical boca.

Entresacando, despacito,

del murmurar de las rosas

los versos escondidos

en mil sonetos que denotan,

los “Te quiero”, silenciados,

por el susurro de sus hojas.

 

Ay, amor,

que en la soledad me arrullas

con un verso, con una estrofa,

con una copla que arde

en los costados de las sombras…

 

Ay, amor,

de alborada y copla.

He aprendido a quererte

hasta volverme loca…

Una loca consentida

por los besos de tu boca…

Ay, amor,

de esperanza y copla.