MARÍA DEL MAR

EL PRIMER DÍA

¡Vamos, mi niño, despierta

que la escuela te espera,

que es hoy tu primer día

de esta bonita experiencia!

 

Retoza el niño en su cama,

esbozando su pereza,

mientras la madre con besos

y caricias le despeja

de sus sueños con piratas,

corceles o brujas feas,

como él así las llama

cuando entre noche despierta

sollozando porque vienen

a robarle a su princesa.

 

Mamita… dice despacio

mientras la mira asustado,

¿Me dejarás allí solito…

Mamita ¿Y si tengo frío, …

¿Y si me hago pipí, mamita…

¿Y si tengo sed, qué digo…

No te apures, mi cielo,

que te dejo en buenas manos,

y si algo necesitas,

pídeselo con agrado,

que ellos serán tus guías

en los próximos años.

Agarradito a la madre,

calle arriba y despacito,

camina el niño asustado

con indecisos pasitos.

En la otra mano el cabá,

donde guarda un revoltijo

entre canicas y cromos,

un plumier, su bocadillo,

un cuaderno de vocales,

otro cuaderno vacío

y un catón, ya muy usado

por el mayor de sus primos...

 

Al final de la avenida

se divisa el edificio

y, a dos metros de la puerta,

la madre con mucho mimo

le ata bien los cordones,

le atusa bien el flequillo,

le vuelve a abrochar el babi,

y le da su pañuelito.

 

En el patio de la escuela,

entre alborozo y bullicio,

los antiguos hacen corros

contándose el largo estío,

mientras, pasan las madres

con alumnos primerizos…

 

Las madres besan las frentes

a sus pequeños chiquillos.

Y es ahora cuando ellas,

con sus pañuelos de hilo,

se enjugan unas lágrimas

con total disimulo;

cuando las tiembla la voz

al despedir a sus niños.

 

Al sonar de la campana

se deshacen los corrillos

y uno a uno van pasando

bajo el pórtico antiguo

de la muy vetusta escuela,

de un pueblecito querido.

 

De pie, frente a la puerta,

sonrisa afable y firme brío,

un año más, el MAESTRO.

Recibiendo a sus pupilos.

 

El silencio va ganando

poco a poco al griterío.

Sonríe feliz el MAESTRO…

Ha empezado un nuevo curso.