Francisco Barreto

MEMORIAS DE UNA RAMERA VIEJA


 

Ahí estaba, de pie cual gigante.

Apedreándome con su mirada.

Por primera vez quería que el espejo

Se portara infiel conmigo, por primera vez

Quise que no me guardase fidelidad

Pero los espejos viejos son sinceros

Y no les importa la vejez de los amigos.

 

Esta vez me coloqué más carmín en las mejillas que de costumbre,

me pinté un inmenso lunar negro

 sobre el bozo de la comisura izquierda de mis labios

el rimer que bordeaba mis ojos

alardeaba una cinta negra de esas que indican luto

mi mirada empezaba a decaer

y mi risa dejaba de hilarar su hipócrita rutina.

 

El azabache de mi melena bruja

Parecía no entenderse con el peine

Y hasta mis orejas empezaron

A rechazar los pendientes que durante

Mucho tiempo columpiaban sus estribos

 

Mis senos, otrora bocado exquisito

Ya no sostienen al tiempo.

Ya nadie intenta hacerlos felices

Amasándolos con ternura pero con virilidad.

Mis hombros enjutos comienzan

A bailar la danza de los brazos caídos

Ya nadie quiso tomarme del talle

Para invitarme a bailar el último tango

a contar estrellas, A contar cuentas de rosarios

Y a diluir la última gota del vino que rojea

Paladín de la matanza de los últimos

Arrestos de una púdica e irreversible decencia

 

Mi espalda larga y curvada en feliz “derriere”

Parece una avenida que divide un risco

En dos espacios muelles,

La dura contextura de mi hábil cómplice

Perdió el soporte que sobre las peñas

Acostumbró mi humanidad a recibir

El empuje viril del macho entusiasmado

Y raudo en terminar lo que empieza muy dispuesto

Mi ombligo que era una poza que recogía

Las mieles de mis amantes, ahora es una fuente

Vacía, ya no vienen palomas silvestres

A bañarse en ella.

Mi orgulloso monte de Venus

Alfombre cobriza que apareció

De la mano con mi pubertad

Ya no espiga ni una mínima hebra.

Ya no se ufana en fungir de antesala

Al tálamo de los dioses, con sus recamaras morado

Y rojo carmesí, con sus chambelanes medianos y grandes

Que en su esponjada pompa y túnicas vistosas anuncian

con flema y baba, la franca bienvenida

al jadeante vecino de Marte.

 

Ya no soy la “Gitanilla” de Cervantes

La que esperaba en las esquinas a mis antiguos amantes

La que un día ofreció dos besos por el precio de uno

Y la que muchas veces usó el escapulario

Del amante allende los mares

Para obligarlo a volver.

Mis aromas no excitan a nadie

Mis salivas no hayan estribos de orejas

Para regar en apasionado ofrecimiento.

Ya mis labios no pronuncian

Mi oferta ”Vengan a mi los enlutados, los maridos

Desdeñados y en cuarentena obligada”

“Mi marido está de viaje y no regresa hasta muy tarde”

“Venid acompañadme en el festín improvisado,

Las carnes comidas en oculto

Resultan mas gratas al paladar.”

 

Ahora me toca empezar el vía crucis

De la mujer que nunca trabajó con esfuerzo

Ahora me toca bajar la mirada altiva de otros tiempos

Y sufrir a dúo con mi desesperanza.

 

La virtud es ingenua y como tal no es atrevida

Le cuesta mucho alcanzar la valentía

Que otorgan la madurez y la vida sin alarde

 

Ahora empezaré a comer completo

A buscar el alimento que produce laboriosa factura.

Pero, lo que mas me toca sufrir

Es la impotencia de comprobar en mi carne

Que si había otra vida que ofrecía mejores dividendos

Que el dinero ganado a manos llenas y sin medida

Al final se va a las arcas de aquellos

A quienes tratamos siempre de culpar por

Nuestra determinación.

El último cigarrillo que se extingue en la vida del irredento

Dibuja en las paredes de los recuerdos que se esfuman

Un reclamo con forma de danza macabra

Que se transforma en risa malévola

 

El rictus mortis del necio cuando muere.

 

Frank Torreba

 

Playas del Mar Caribe 14 de Mayo del 2011