Un río de sangre inunda el amanecer
y gime el perro mal herido.
Tiene cristales en la piel desgarrada
y el hueso roto radica abierto.
Mientras la luz nace y crece,
Rojo, el fin la vida obvia
entre la arteria abierta cabalgando
hacia el calor del vino tinto.
Los hombres de barro sueñan
con la fiebre de la tierra
por un doble latido de su corazón.
Y blanca y redonda y neutra...
La Luna lo mira.
Pero otro cuerpo observa.
Al buitre la luz le va quemando
por sombras húmedas
del rocío del amanecer sangriento.
La flor de jazmín manchada
está casi muerta es casi piedra...
¡No lo quiero ver!
¡Nada más! ¡Nunca más!
De nuevo,
Un río de sangre inunda el amanecer
Pero otra Luna observa pasiva
Pero otro cuerpo observa
Y digo: Nadie más...