Francisco Barreto

FERVOR MALDITO

 

 

 

Elda era una mujer singular

Cifra y figura de Fedra diosa de las relaciones

 que se esfuman sin esperanzas con el éter de la noche fría.

Así con ese talante sombrío de infeliz correspondencia

pero con su alacena repleta de amantes prometidos

emprendió la vida que le arrojaría los dividendos del día:

Solo pupilas aguadas y pañuelos agitados

por cada amante que partía desde los andenes

de su vida ávida de compañía…

 

Cuando de repente un día apareció en su vida

un peregrino de entusiasta corazón

buscador de tesoros de júbilo

que columbraba los hitos mágicos del amor

y admiraba las estatuas con leyendas en sus pedestales,

creando en su mente votiva, imagines  ecuestres y pedestres

de los grandes amantes que han poblado la humanidad

con sus célebres y tristes historias.

Cual Espartano de indeleble impresión

y  muelles hábitos de sociedad

que  encumbraba cualquier repecho del mundo intelectual

y acompañado de una personalidad gallarda de natural distinción,

exhibía como complemento un par de ojos llenos de fuego.

Su inteligencia natural expresaba una no aprendida elegancia de sus modales,

comunicando los refinamientos del amor con ardorosa sinceridad,

cargando solo en su agravio una manifiesta incapacidad de coexistencia

entre los "Orlandos"  que llevaba dentro

y que imponían cada uno su supremacía

para asegurarle el botín de su carácter seductor.

Una vida plena de pasión con arrestos de lujuria

sin intención alguna de poner a freno,

fue la ondeante enseña

de este "Lizardo" recién llegado

con renuevos de verdor exquisito y espejo del buen tono

que le realzaban muy buenas prendas personales.

Y ella la de los senos perfumados

y la falda de vapores al viento.

La de los pomelos en su faz como besos de carmín

y la mirada altiva e hiriente,

de inmediato se prendió a su espalda escotera

y sólo tres palabras  mediaron

para negociar un corazón maldito

“Acompáñame por siempre”

dijo ella, ahora con ojos tiernos y adulones.

Y el que endiosaba las historias de los amantes famosos.

Que columbraba las estatuas para sus héroes.

Y recreaba su instinto de perfección con las vírgenes de Murillo

accedió a dejarse morir por ella...

 Frank Torreba

Estractio de la Oda FERVOR MALDITO del mismo autor