Trismegisto

En manos de Dios

 

Cuando uno ha recibido el dolor de alejarse del ser querido, todo se vuelve gris. Ya ni los colores de las flores son los mismos, ni los cantos de los pájaros nos alegran. La luz del sol, no alumbra y todo es noche y oscuridad.

 

El amor que es todo dulzura y felicidad, se vuelve dolor y pesar, angustia y lúgubre soledad.

 

Mientras la razón grita: ¡Olvídala!, el corazón gime en luto y desconsuelo, tratando de arrancar ese dolor insoportable de la ausencia.

 

Pero sólo Dios, sabrá si ese corazón aún guarda una pequeña llama de ese amor, o si debemos hundirlo en el olvido.