Arturo Villada Vidal

Zarpazo

La Noche Estaba
Adolescente,
Casi Perfecta.
Él Estaba Sentado En Un Anden
Conversando,
Saliendo Del Trajín
De Aquel Lugar
Del Que Acababa De Llegar,
Donde El Aire Era Tan Denso,
La Musica Tan Profunda
Y Los Rostros Tan Maleables.

Todo Ese Ambiente
Le Hacia Brotar De Las Venas
Y Del Centro Del Craneo
Muchas Sensaciones Irreconocibles,
Amalgamadas A La Fuerza,
Pero No Porque Él Quisiera
Que Asi Fuese,
Simplemente Se Le Amalgamaban 
Dentro,
Sin Control,
En Un Intento Por No Perecer
Y En Algun Momento,
Desgastado Por La Densidad Del Aire,
Él Se Dejó Llevar
Por Algún Pensamiento Repentino
Donde Ella Se Dibujaba.

Para Él
Ella Era Una Mujer Nueva,
La Habia Visto Antes
De Que Cruzaran Alguna Palabra
Y Siempre La Seguía
Mirandola De Reojo
Para No Perder Ni Un Detalle
De La Belleza Que Ella Llevaba:
Él La Sentía
Como Si Estuviese
Hecha De Fuego Y Hielo,
Lo Intrgaba El Tono De La Piel,
Los Ojos De Madera Clara
Y La Armonía Sorpresiva
Que Llegaba A Ese Rostro
De Piel De Durazno
Cuando Ella Reía
Y Sonreía.

Para Esa Noche
Él Y Ella
No Eran Desconocidos,
Y Mientras Él Se Distraía
Para Matar El Tedio Del Momento
Ella Pasó En Un Auto
Frente A Él.
No Se Miraron,
Pero El Sintió
Un Soplo En El Oído,
Una Leve Expansión Del Pecho
Y La Garganta.
Se Acercó Al Auto
Dejando A Un Lado La Pena
De Verse Un Poco Como Un Vagabundo,
Y Con La Certeza
De Que Detras Del Vidrio
Ahumado
Se Asomaría Una Dama Perfecta.

En Efecto,
El Vidrio Bajó
Y Él La Pudo Admirar
Una Vez Mas.
En El Momento Del Saludo,
Hubo Un Beso En La Mejilla
Y Él Pudo Sentir Un Aroma
De Frutos No Encontrados,
De Galaxias Minusculas,
Y Supó En Ese Instante
Que Ella
Tenía La Extraña Capacidad
De Devolverlo De Un Solo Zarpazo
A La Tierra,
De Hacerle Sentir
Que El Tedio Y Los Bajones De Animo
Tenian Un Final.

En Ese Instante
Él Se Dió Cuenta
De Las Hormigas
Que Le Rascaban
El Estomago
Mientras Ella Le Sonreía,
Y Pensó En Ella,
Y Habló De Ella,
Y No Pudó Quitarse La Sonrisa
Medio Nerviosa,
Medio Infantil,
Que Se Le Impregnó En El Rostro.