Zesar Amedias

Encuentros

 

Para los besos

prisioneros en mi boca

encontré tus labios.

Cuando busqué el color del cielo

más lleno de mesura

encontré tus ojos.

Para mí que los días

se cansaran de rodar

y fueras tú

el fin de estos laberintos,

la última ventana por abrir,

el único terremoto de alegría.

Para mí que me dejen silencioso

mientras me enredo

en tu sonrisa serena.

 

Dime entonces:

¿Cuándo cortarás las cadenas

de tus delicadas manos?

Dejándolas que duerman

en mi rostro, inconscientes.

¿Para qué te habrán puesto

en el centro de mis ojos?

Y no en los de besos estacionales,

o en esos pájaros migratorios,

o en esos huracanes sin nidos.

 

¡Ay! Preciada fortuna

si no existiera la distancia

entre nuestras prisiones

o el veneno de no tenerte

durante las horas vacías

no dormirías en estas noches negras

sin saber cuán grande es la enredadera

que ha crecido en las paredes de mi cuerpo

coronada y florecida con tu nombre.