Victor Carlos

LA CIUDAD DUERME...

Se ha esfumado de mi vista la imponencia de los edificios circundados de luz y claridad, el laberinto formado por los hilos del teléfono y la agitación febril que caracteriza a la ciudad en las horas del día.

 

El hormiguero humano, prodigioso de fecunda actividad, descansa...

 

Desiertas están las calles y las plazas, el viento tranquilo y el ambiente balsámico y placentero. Los rayos pálidos y apacibles de la luna bañan las cúpulas galanas de las iglesias y palacetes y, en los parques, su luz cae sobre las copas de los árboles.

 

Y cuando el follaje se agita, los rayos plateados penetran entre las sombras de los árboles y parecen que vagaran trémulos, cual si fueran luciérnagas vespertinas.

 

De cuando en cuando, resuena la sonora vibración de una campana, anunciando, solemnes, las horas que transcurren.

 

Cuántos esfuerzos, cuántos pesares, cuántos triunfos permanecen suspensos... y qué dulce resulta esa calma de la naturaleza bajo el manto de la noche !

 

Bendita seas... oh ciudad opulenta y dormida...!

 

                                      Víctor Carlos