Caballero de la blanca Luna

Muerte de un navegante

El cielo se cae a pedazos de cantaros, de nubes, de costras

Que mojan a los hombres

Ellos se desplazan lento en silencio con las manos rotas.

 

Los hombres van tristes, confusos sus pies llenos de lodo

Pisando los cabellos húmedos del pasto que escurren

Y sus brazos llevan al navegante solo.

 

La lluvia pone lágrimas frías en sus rostros

Como pone las gotas del rocío en las flores

No hace falta llorar con ojos rotos.

 

El frío muerde los huesos como un perro

El viento calla y calma a sus hijos

Que silban una música que sabe a silencio muerto.

 

El cortejo deja que el suelo bese al apagado cuerpo

Aun se mueve y se retuerce como un pez quemándose en el aire

No hables, no grites, tu lengua cavará más el suelo.

 

Y cae la tierra, las piedras en su cuerpo desnudo de raíces

No hay ataúd se preguntan entre ellos

De cualquier modo ninguno puede encerrar sus gritos

 

Ya no puedo llorar más.

(Por lo mientras me vestiré de terciopelo

Y no pregunten ya saben porque estoy de luto)

Brindaré por él con la lluvia de vino tibio, de sangre tinta.

 

¿Para qué vivir si vamos a morir? Y de repente él ya no grita.

El Universo se hace silencio

Sepultan mi corazón, la lápida es mi pecho.