Carlos Alcaraz

A menos cinco

 

 

A Sophie

 

Sí. Puedes dormir conmigo este domingo.

No hace falta que prometas regalarme horas de insomnio,

compartir la madrugada, ni suspiros, ni mensajes,

ni quedarte a ver el sol en el espejo.

Algún día nos tocará el amanecer. Algún día.

No será hoy, que hoy el tiempo no nos basta,

ni escribirte una canción, o seis poemas, no nos basta.

Ni la prisa de esperar un para siempre,

o la paciencia de vivir sin esperar.

 

Comencemos, a tu ritmo,

desde el tren en que llegaste de tu viaje,

con tus manías, con tus derrotas, tus verdades.

Comencemos a inventarnos un lugar

donde esta historia pueda ser verdad.

Nace, vive, muere en ese sitio,

dónde tú y yo nos consumamos juntos, donde vivo

cuando gana el alma y me permito insistirte una vez más:

comencemos, y a tu ritmo:

fúndete conmigo,

fúndete conmigo.

 

Tú ya lo sabes: para escribirte a notas dulces, letras rojas,

para dejarme cicatrices,

para amarte y describirme 

- así -    tal como soy,

no me hace falta más música,

ni más ritmo, ni más tacto,

que el tuyo.

 

El tuyo es un tacto desordenado, ambiguo,

sutil, eterno,

s   e   c   r   e   t   o.

El aire es casi siempre de un color azul muy tenue.

Tú despides un aroma a sonrisa,

emanas un profundo amanecer en la mirada.

Sientes mis caricias, siento tu ser.

 

Callemos por un rato a estas voces confundidas,

temerosas, infantiles, tuyas, mías.

 

¿Sabes cuánto te quiero?

Miremos hacia atrás: nos conocimos.

Un hombre como yo, no necesita nada más,

que amar.

Que amor.

Y tú lo eres.

 

Sofía, amor, amarte

 – como si quemara – ,

A   m   a   r   t   e

– hasta que queme –

(y se entierre como tu nombre en mi espalda).

 

Me desnudaste el alma desde el primer café,

me sacudiste el cielo donde guardaba mis recuerdos:

ya te conocía, ya te sabía mía, ya me sabía

t   u   y   o.

Tu existencia – mi vida – tu existencia,

(mi vida entre tus existencias),

es mi poesía.

 

Recuerdo, por ejemplo, la noche en que fuimos culpables

por primera vez.

Porque tú y yo nos amamos (en tiempo pasado) aquella vez,

Nos amamos (en tiempo presente) desde aquella noche

entre tus manos, nos amamos,

n   o   s       a   m   a   m   o   s.

 

A mi no me queda más que ser real.

Y a ti se te queda mi esencia en la piel,

mi amor en los labios, mis ojos cerrados,

tus ojos brillando – conmigo.

Enséñame, que soy tuyo. Respira uno, dos, tres latidos.

Quiero escuchar tus suspiros, tu entrega, tus sueños,

todos tus deseos. Quiero compartirlos.

 

Mis ojos, cerrados. Tú te quedas en mi garganta,

a cada canción de amor que me invento,

te quedas en mis manos, en mi música,

en mi voz, en mi acento, en la vida

que estamos viviendo

a menos cinco.

 

Dame un té de frutas rojas,

mézclate con su aroma.

– Polaridad – 

en la que naces,

donde vives, donde muero,

donde gracias a eso (de morir y de vivir al mismo tiempo)

esta historia es más posible,

tiende más a consumirse/alimentarse

porque hay fuego.

 

Tu existencia – mi Sofía –  tu existencia

(mi amor entre tus existencias),

nuestro amor

es mi poesía.

 

Carlos Alcaraz

12/12/10