El Hombre de la Rosa

EL AZOTE DE DIOS

¿Quién eres tú coloso formidable?

Que sobre el mar y la ciudad poblada,

Lanzas tus bombas incansables.

Tú cabeza irritada de soberbia,

De barras y de estrellas coronada.

Qué poderosa mano,

Que todo cuanto toca sangra y muere,

Ciñó en tu frente esa infernal locura,

De perseguir el petroleo hasta la muerte.

Tú eres el mal, la destrucción, la insidia,

El aliento caliente del abismo,

La rabia de Satán, el hombre fuerte,

Envidioso de Dios y de sí mismo.

En Afganistán inviertes,

Destrozando las piedras y su gente.

¡Más no!...

Perdona si te insulto ciego,

¡No!...

Tú no eres amor, sino venganza,

Por abusar del poder te vuelves ciego.

Tus armas de delirios impregnados,

Tu fuego de dolor las almas tocan,

Tus alardes de poder secan la boca,

De los pobres ignorantes que allí mueren.

El Islam gime a tus pies, la Tierra tiembla

Al pregonar con voz envenenada,

Que hay Naciones que tendrán la muerte,

Con negras bombas de acero abrillantadas.

Vuelan aviones con feroz bramido,

Y de sus vientres cavernosos brota,

La muerte sembrando desatinos,

Destruyendo las casas y las cosas.

Sí la inmensa pasión del alma mía,

Quisiera avergonzar tu ardiente flama,

Y luchara mi llama con tú ira,

Dudoso él triunfó entre los dos sería.

¡Qué digo!...

Del humano despotismo,

Alarde de soberbia sempiterno.

Que en humo y balas la razón convierte,

Mi compasión un día apagará la muerte,

Y será cuando los imperialistas de la Tierra,

Se hundirán metidos entre el fuego eterno.

 

Autor:

Críspulo Cortés Cortés

El Hombre de la Rosa.

29 de marzo de 2011