la negra rodriguez

MI INFANCIA 2

La noche de invierno se aproximaba.

El sol inmenso allá en el horizonte

Detrás de las  nubes doradas,

 nos dejaba sus últimos rayos.

 Todos, sentados  en las escaleras

 De la casa de ladrillo en frente de mi casa

Cantábamos en coro: “amor senderito del alma

Que vives en mi corazón………..”

Y veíamos extasiados la  caída del sol,

 Y  enseguida a la casa, la merienda esperaba

 El arroz con menestra y la colada de plátano,

Y en todas las casas, se escuchaba la radio

 “La hora cristalina las siete  en punto p.m.

Y las noticias que no escandalizaban.

Y Luego de nuevo a jugar  a la ronda

 O al “Ángel con la bola de Oro” o al lobo

Y tantos otros juegos, o como otra opción

el salto de la soga, o tal vez la rayuela.

Mientras los mayores, paseaban de esquina a esquina

 Planificando eventos para las fiestas de la parroquia.

No había ni transportes con  ruidos de bocinas contaminantes.

No había el temor de un asalto, 

Confiábamos,

lejano estaba el miedo,  el sobresalto

la vida era sencilla y los corazones aún más.

El canto de las ranas  hacía cortina de fondo

 Las estrellas brillantes, parece  que antes

Eran más, las mató  la luz de las farolas

Y las luciérnagas, quedaron sin empleo.

De  pronto una voz alertando:

¡El aguaje, el aguaje! Y la fiesta terminaba

o cuando la lluvia eterna invitada se precipitaba

 empezaba otra fiesta: el baño bajo el gran chorro

que se formaba  con el agua cayendo sobre los techos

y luego de aquella danza infantil bajo la lluvia

todos a las casas y  en la nuestra, antes de dormir

Un fresco de naranjillas con espumilla

Que mi madre tan sabroso lo preparaba

Los mayores se quedaban conversando

Y mi padre cantando  tangos o pasillos.

 y en la mañana siguiente,  mientras

el sol iluminaba el verde mangle,

en los charcos dejados por la lluvia o el aguaje

y con piedritas planas jugabamos al "pan mantequilla y queso"

haciendo rebotar las piedritas sobre la supeficie del agua

 y quien más rebotes lograba: ¡ganaba!

y con el fango, nuestras manos pequeñitas

elaboraban un  muindo pequeñito

adornado con  fantasías y sueños  infantiles.

si, era mi mundo pequeñito y feliz

donde crecí y aprendí que el amor

es el mejor condimento para vivir.