Roberto Juarroz

Roberto Juarroz fue un escritor argentino, nacido en Buenos Aires el 5 de octubre del año 1925 y fallecido en la misma provincia el 31 de marzo de 1995. Con respecto a su formación académica, se licenció en dos carreras y más tarde se dedicó a la docencia en su alma máter a lo largo de tres décadas, entre otros puestos que ocupó en la misma institución, como ser la dirección de su biblioteca. La llegada del gobierno de Perón llevó a Juarroz a exiliarse, y pasar varios años fuera de Argentina. Durante ese período viajó por varios países y realizó actividades relacionadas con la literatura y la cultura en general. Cabe mencionar que fue fundador y director de Poesía = Poesía, una revista literaria creada en el año 58 y que gozó de una larga y próspera vida.
Su obra poética fue publicada de una manera bastante peculiar: consta de quince tomos, catorce de los cuales se titulan "Poesía vertical" más un número de orden, y tan sólo uno de ellos posee un nombre distintivo, que es "Seis poemas sueltos". Por otro lado, tenemos sus libros de ensayos, entre los cuales destacan "Poesía y creación", "Poesía y realidad" y "Poesía, literatura y hermenéutica", también con títulos curiosamente reiterativos.

Poemas de Roberto Juarroz

Seleccionamos del listado de arriba, estos poemas de Roberto Juarroz:

Un amor más allá del amor...

Un amor más allá del amor,
por encima del rito del vínculo,
más allá del juego siniestro
de la soledad y de la compañía.
Un amor que no necesite regreso,
pero tampoco partida.
Un amor no sometido
a los fogonazos de ir y de volver,
de estar despiertos o dormidos,
de llamar o callar.
Un amor para estar juntos
o para no estarlo
pero también para todas las posiciones
intermedias.
Un amor como abrir los ojos.
Y quizá también como cerrarlos.

Callar puede ser una música... (Poesía Vertical VI - 20)

Callar puede ser una música,
una melodía diferente,
que se borda con hilos de ausencia
sobre el revés de un extraño tejido.

La imaginación es la verdadera historia del mundo.
La luz presiona hacia abajo.
La vida se derrama de pronto por un hilo suelto.

Callar puede ser una música
o también el vacío
ya que hablar es taparlo.

O callar puede ser tal vez
la música del vacío.

Algún día encontraré una palabra... (Poesía Vertical I - 51)

Algún día encontraré una palabra
que penetre en tu vientre y lo fecunde,
que se pare en tu seno
como una mano abierta y cerrada al mismo tiempo.

Hallaré una palabra
que detenga tu cuerpo y lo dé vuelta,
que contenga tu cuerpo
y abra tus ojos como un dios sin nubes
y te use tu saliva
y te doble las piernas.

Tú tal vez no la escuches
o tal vez no la comprendas.
No será necesario.
Irá por tu interior como una rueda
recorriéndote al fin de punta a punta,
mujer mía y no mía
y no se detendrá ni cuando mueras.

Estoy contigo... (Poesía Vertical VIII - 43)

Estoy contigo.
Pero por encima de tu hombro
me dice adiós tu mano que se aleja.

Entonces yo contengo mi mano
para que no nos traicione ella también.

E insisto:
estoy contigo.
Los innegables títulos del adiós
abandonan entonces provisoriamente sus derechos.

Y nuestras manos se aquietan
en las equidistancias de estar juntos.

Décimacuarta poesía vertical (43) (Póstumo)

No hay nada que guardar.

Podemos dejar las puertas abiertas
o puestas las llaves en las cerraduras.

Podemos irnos con las manos vacías
y sin pensar qué llevamos
o qué dejamos.
Nos bastan las miradas,
que no se pueden guardar.

Ante el desenlace largamente previsto
lo imposible de guardar
es lo único que importa.

El amor empieza...

El amor empieza cuando se rompen
los dedos
y se dan vuelta las solapas del traje,
cuando ya no hace falta pero tampoco
sobra
la vejez de mirarse,
cuando la torre de los recuerdos, baja o
alta,
se agacha hasta la sangre.

El amor empieza cuando Dios termina
Y cuando el hombre cae,
mientras las cosas, demasiado eternas,
comienzan a gastarse,
y los signos, las bocas y los signos,
se muerden mutuamente en cualquier
parte.

El amor empieza
cuando la luz se agrieta como un
muerto disfrazado
sobre la soledad irremediable.

Porque el amor es simplemente eso:
la forma del comienzo
tercamente escondida
detrás de los finales.

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