Rafael Alcides Pérez

Poemas de Rafael Alcides Pérez

Seleccionamos del listado de arriba, estos poemas de Rafael Alcides Pérez:

Epigramas (IV)

Un poema puede ser
una máquina de la emoción
o una máquina de la inteligencia.
(La emoción pasa).

Canción para los dos

Eres tan frágil
que me gustaría
darte la comida
yo mismo,
lavarte la cabeza
yo mismo,
con una mano muy limpia
peinarte
yo mismo
y de ser posible
(si se pudiera),
morirme en tu lugar.

Oh extraña
flor desvalida,
criatura que hasta el viento
de una tarde azul
pudiera arrastrar,
y sin la cual
ya voy siendo
bastante menos
que
nada.

En el entierro del hombre común

A Raúl Luis



Cuando un entierro con dos máquinas solas
pasa y nadie se fija, yo tiemblo, me estremezco,
palpito; siento miedo de ser un hombre.
Pero me sobrepongo.
Algo muy importante acaba de suceder en el mundo
y empiezo a tararear el himno nacional.
A estas alturas mi corazón no puede más.
Había seguido con la vista el entierro.
De pronto echo a correr,
me reúno con los que están junto al hoyo,
tomo valor yo también para dejar caer el terrón.
Ese muerto es para mí el triunfo de la especie,
ese muerto anónimo que fue el alma del combate
sin embargo,
pero, ahora,
ese muerto solo:
sin más victoria que el silencio.
Y lloro militarmente en la tumba de mi único general.

El juego

A Daniel


El juego está marcado desde el comienzo.
El niño, con esa oscura intuición de niño,
lo sabe,
y entra en la vida
haciendo de policía o de bandido,
o de ambos alternativamente
si es un niño complicado.
El juego
ya no se detendrá más.
Tal vez el niño no sepa
que luego las balas serán de verdad
y amargos los días de la cárcel,
más amargo aún el engaño de los del resto de la banda,
y que el que cae muerto o asalta una diligencia
lo hace para toda la vida;
pero el niño entra en el juego,
como uno más,
disparando al corazón.

Epigramas (1)

Los pactos entre bandidos y caballeros no funcionan
y llevan a la cárcel al caballero.
El bandido nunca se hará caballero
pero el caballero termina convirtiéndose en bandido.

Teatro

Ya esto se acabó. Vestido de rey
él sigue tomando baños de sol en la terraza,
y un periodista extranjero, alguien
desconocedor de las magias del difunto,
diría equivocadamente que a pesar de sus achaques
el enfermo resiste. Pero tú y yo, Señor,
sabemos que esto se acabó,
que todo ha terminado, que los pronósticos
se cumplieron. Que para el caso
es como si toda aquella larga agonía
que hizo de nosotros
estas pobres sombras que desde la muerte miran,
hubiese llegado a su fin, y de todo ello
ahora sólo quedaran ropas amontonadas en el garaje
listas para ser echadas en el horno,
el olor de las velas, alguna esperma en el piso,
un silencio muy grande
y unas cuantas flores marchitas
que se cayeron de las coronas.
Lo del personaje en la terraza es película, ficción,
propaganda para que siga el espectáculo.