Melchor de Palau

Melchor de Palau nació en Mataró en 1842 y falleció en Madrid en 1910. Fue ingeniero de caminos y también se dedicó al cultivo de la prosa.
Trabajó durante años como Ingeniero en la Diputación de Barcelona y posteriormente se mudó a Madrid donde dictó clases de Geología y Paleontología en la Escuela Especial de Ingenieros de Caminos. También formó parte de la Real Academia Española y de la Sociedad de Escritores Españoles.
Uno de sus trabajos fundamentales fue la recopilación de coplas tradicionales que publicó en diversos diarios y revistas de la época y sus poemas inspirados en los Evangelios. Algunas de las publicaciones que podemos citar son "Poesías y cantares", "De Belén al Calvario" y "Poesías científicas"; por este último, José Zorrilla lo nominó el poeta del rayo y del carbón de piedra.
Cabe mencionar que también realizó tareas periodísticas, como corresponsal y crítico literario. Además se lo considera una persona ilustre por la traducción que realizó al castellano de la obra de Jacinto Verdaguer "La Atlántida".
En nuestra web podrás leer algunos de sus poemas, tales como "A la Geología", "La poesía y la ciencia", "Geografía amorosa" y "Un secreto de las flores".

Poemas de Melchor de Palau

Seleccionamos del listado de arriba, estos poemas de Melchor de Palau:

La unidad de las fuerzas

SONETO

A mi amigo el escultor Querol

Veo brotar de tu fecunda mano,
a que tantas creaciones son debidas,
la Unidad de las fuerzas conocidas,
que la vetusta alquimia buscó en vano.

Como para tu genio todo es llano,
das cima a las ideas concebidas,
y el mundo verá en mármol convertidas,
grandes conquistas del saber humano.

La unidad celular Haeckel proclama;
por la unidad de un Dios, con entereza,
van mártires cristianos a la llama;

uno es el Arte; una la Belleza;
uno es el hilo que las vidas trama,
y una, en su variedad, Naturaleza.

En el laboratorio

«Voy pesar-me dije el otro día-
una lágrima mía.»
y saqué del armario una balanza
de suma precisión.
«Ya sé cuál escoger: la no llorada
dura y concrecionada
que, cual badajo de campana rota,
yace en mi corazón.
¡Qué peso va a tener! amor Sincero,
con desdén traicionero
pagado, la cuajó el aciago día
en que perdí mi fe.
Ea, arriba, a salirse por los ojos,
con el esfuerzo rojos»
para hacerle más fácil la salida
la escena recordé.
Asomose, por fin, a mi semblante
pero en el mismo instante
se evaporó; mi espíritu inundando
de dulce beatitud.

Llorad los que el dolor tenéis por centro;
vertida fuera o centro,
una lágrima es gota de rocío
o plomo de ataúd.

Al faro el de Nueva-York, la libertad iluminando el mundo

SONETO

Mantos de lumbre tiendes por los mares;
guías la nave al suspirado puerto,
y, abandonando el líquido desierto,
por ti el marino encuentra sus hogares.

Mas ¡qué miro! millares y millares
de hermosas aves a tus pies han muerto;
atrájolas tu foco en vuelo incierto,
y no verán los patrios palomares.

¡Oh Faro colosal! tus vivas luces
son de la Libertad fúlgido emblema;
al que bien te comprende, bien conduces;

pero, al que mal conoce tu sistema,
con atracción magnética seduces,
y en ti las alas mísero se quema.

En clase

Dando vueltas al globo de los mundos,
asombrado un alumno así exclamaba
«en torno a tan pequeños continentes:
¡cuánta agua !»
mientras yo, por las penas abrumado,
murmuraba inconsciente estas palabras
«en torno a escasas dichas de la tierra:
¡cuánta lágrima !»

Geografía amorosa

Dos partes tiene el mundo, según cuento,
dos partes nada más;
una donde estás tú, mi dulce aliento,
otra donde no estás.

Un secreto de las flores

Es cosa averiguada,
por dos naturalistas comprobada,
que influyen los colores
en el aroma de las gayas flores.
Con germana paciencia,
que no hasta dar con la evidencia,
sometieron a ensayo
cuantas tributan el Abril y el Mayo,
quedando, según reza la Memoria,
a favor de las blancas la victoria;
y no así como así, ventaja y mucha
es la alcanzada en la florida lucha.
Les siguen luego las de tintas rojas,
las que amarillo tienen en las hojas,
las violeta, las pardo-anaranjado,
y cierran las azules el estado.

Bien hayas ¡oh blancura!
anidadora de la esencia pura;
no era precisa, no, la voz del sabio
para mover en tu loor el labio:
que nada afirma la preclara Ciencia
que no está ya grabado en la conciencia;
de blanco la natura soberana
sus hijos predilectos engalana,
y hasta la fantasía, cuando crea,
de blanco viste la naciente idea.

Blanca es la virgen nieve
que, en los comienzos, el arroyo bebe;
blancas las perlas que la fresca aurora,
al despertar, sobre los campos, llora;
blanca del agua la rizosa espuma;
blanca del cisne la luciente pluma;
blanca la leche que alimenta al niño,
y son blancas las pieles del armiño.

Blanco el vellón que la paciente oveja
entre las zarzas del camino deja;
blanca la láctea vía;
blanco el maná que sobre Israel llovía;
candoroso el ensueño de la cuna;
blanco es el rayo de la tibia luna;
blanco el mármol de helénica belleza,
y blanca del anciano la cabeza.

Blanco el incienso que a los aires sube;
blancas pintan las alas del querube;
blancas son la inocencia y la alegría;
blanca la fe que entre las sombras guía;
blanco es el lirio, de pureza emblema
es blanca de la virgen la diadema;
y, según dicen, es el blanco velo
traje de recepción allá en el cielo.

El rosa y el azul, pese al poeta,
son blancura incompleta;
que es el blanco la suma de colores
que miramos dispersos en las flores,
o se ofrecen hermosos
del iris en los rayos luminosos,
cuando la lluvia misma
hace las veces de gigante prisma.
Bien hayas ¡oh blancura!
Tú asumes colores y perfumes;
armonioso conjunto,
de la eterna Unidad débil trasunto;
recreo del sentido
que en ti encuentra placer no dividido;
antes que el fallo pronunciara el sabio,
ya al corazón lo transmitía al labio,
que nada afirma la preclara Ciencia
que no haya anticipado la conciencia.

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Melchor de Palau Contexto histórico

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