Marco Antonio Valencia Calle

Poemas de Marco Antonio Valencia Calle

Seleccionamos del listado de arriba, estos poemas de Marco Antonio Valencia Calle:

El árbol de mil errores

Dice José Asunción Silva que los poetas se dejan crecer la barba para ocultar el silencio de su amor prohibido, y tal vez claro, para ocultar el rictus de la amargura que le depara su destino.

Dice Aurora, que los poetas no pueden amar a una sola mujer porque se les cae el pelo, se les anega el alma y se vuelven sardónicos hasta roncando y pueden caer en el vicio arcano de la masturbación.

Dicen que dije, que el amor produce cáncer literario en los poetas de nuestro tiempo, pero que he escrito tanta poesía prohibida que ya no se puede ocultar mi amargo encanto por los poemas ridículos y las mujeres de otros.

La segunda piel

He mirado la noche y descubierto sus defectos. He mirado tus hazañas, la risa del condenado y la del hombre que nos envidia y el desprecio de la nostalgia.

La tristeza me allana cuando en la noche despierto y presiento que me piensas.

Estamos lejos. Muy lejos. Absolutamente lejos. Nada nos une, nada converge entre nosotros. Pero yo que soy un empírico reflexivo sueño, imagino, creo, sospecho, pienso y deseo que todo nos una aunque para tí, ser inocente a mis tormentos, estamos lejos y ni escuchar juntos el gorgojeo de un pájaro nos une.

He calculado la tarde para pedirte que cierres los ojos y darte la sorpresa. He disparado tres dardos a mis propias ilusiones, en mi lucha coja por obtener el reino que prodiga tu atención. Pero el río de la vida, ese río de garúas frías y músicas extrañas que pasa por hogar me ha dicho que debo esperar,
y voy a esperar.

El problema no es volverse viejo

El problema es tener litros de recuerdos sobre los pies hambrientos y haber transitado por intuición como si fuéramos aves. Dolernos hasta los tuétanos con la presencia de cosas amadas que jamás fueron nuestras y no poder sumergirnos en el juego de las alegrías ajenas.

Acceder a los secretos de la vida tiene su precio y sus dolores. Duelen los huesos y la vanidad, duelen las noches y las equivocaciones.

A veces aparecen las vergüenzas como sombras, pero también están las falacias y las picardías con las que gozamos, y entonces somos mejores.

La mano izquierda en el pecho izquierdo

El hombre que te ama puedo ser yo mismo en otro cuerpo y cuando mi cuerpo te ama puede ser ese otro hombre en mi yo que te desnuda y te besa y se inclina hasta tu alma y lame de tu intimidad como si fueras un ser sagrado y puro al que se tiene que venerar porque eres única y fiel. Nada se sabe en la penumbra, en esta ceguera, en éste corazón revuelto, en esta noche en la que duermes a mi lado y sonríes inocente y complacida por tus oníricas pasiones después de regresar de una tarde perdida argumentando haber estado por ahí, en el centro comercial, buscándome un regalo.

El espejo aplaude la ignorancia, pero la duda es un punzón asesino de sonrisas, de afectos y del placer de dormir.

Esta noche como otras noches muerdo mis labios y me quedo quieto esperando la luz de la mañana y sus verdades, pero el espejo me aconseja seguir jugando al milagro de la ignorancia, porque con el corazón en la mano quiero creer que todo es mentira y no soy el asesino de tus pasiones secretas.

Libres hasta de nosotros mismos

Te he dicho cosas horribles que te hieren toda, desde los huesos hasta la dignidad, y resistes sin morir porque eres joven y te faltan historias de amor por escuchar.

Mis argumentos son que todo pasa porque el destino tiene sus hilos y la silueta del barco sus rutas en el mar.

En la noche mientras duermes el mundo se convulsiona con la tragedia y el amor agrio.

Y cuando parece que ya nada tiene solución y la tristeza nos mata, del cielo llueven pedazos de hielo como lágrimas de Dios para animar.

Soy huraño porque no resisto el dolor de estar atrapado en las costumbres del amor, en la tibia tristeza cotidiana de unos besos, en la ruta que señalan los destinos bendecidos por los hombres, por gente que no sabe y no entiende que nada es para siempre, que siempre es bueno un pedazo de confusión para soñar.

Las cosas que a nadie le sirven

Me sirven las cosas que a nadie le sirven, me huele a pan las miradas de la gente, me da risa lo ausente, me como las flores para alimentar el alma, y me enamoro de lo imposible, me enamoro de alacranes.

En días de carnaval me baila el corazón y la sangre es un río n por las vanidades ajenas.

Pero el resto del año me peino con agua, me lavo en el río, me alimento del aire y de los sueños repudiados.

En las noches tristísimas de la navidad se me incrusta el jazz adentro de la vida y me voy a la calle y floto con los recuerdos... nada de caminar rápido.

Y como no sé hacer nada distinto a leer historias de la calle y la gente no me reconoce taras y me ve la fe en el rostro debo hacer confesión pública: soy inútil para causas ajenas al amor.