Luisa Futoransky

Poemas de Luisa Futoransky

Seleccionamos del listado de arriba, estos poemas de Luisa Futoransky:

La mano fértil

las plantas como las palabras crecen en forma inesperada
por tanto hay que modelarlas de acuerdo a su naturaleza
sin desdeñar el azar

yuxtaponer sin empastar, dice
mostrando las palmas llagadas de otros brotes, otras podas

tras los rigores del invierno, la gracia

la rosa de Jericó es una rosa que se hace la muerta
y cuando la asperjan
revive
con olvido
pero más que nada
con paciencia

Los 613 de tu tránsito

Están los corazones inteligentes, los corazones ordinarios, los groseros, mezquinos, de pocas luces, híbridos, hediondos, con sarro.
Los corazones arvejitas, los corazones hígado de pato.
Los que se hacen la mosquita muerta, duermen la siesta, te observan de reojo y despiertan cantando como locos.
Están los corazones que no te verán nunca jamás, los que te vieron y no viste, espiando, la ñata contra el vidrio.
El corazón estreñido, el corazón bofe, de pompa y circunstancia, corazón de lo que el viento se llevó.
Los puro cuore, purapinta y nada más que blablablá.
Los flor de ceibo, de morondanga y de madera terciada.
Los corazones mersa y murga, el corazón de querer y no poder,
corazón mitómano y bífido.

Hay corazones en remojo de vinagre, oporto y en champagne, corazones que te traen yeta y que los parta un rayo,
corazón donde estás y 'por qué dejaste sola a la pobre Lu'
corazones arrugados y almidonados
corazones que más vale perderlos que encontrarlos
corazones al bies y en falsa escuadra.
Corazones oro, plata, platino y mucha esmeralda.
Corazones que te pasan factura,
corazones fuente de Juvencia
y gloria de Dios al anochecer en Galilea.
Corazones cenicientos, nomeolvides

Dama de corazones, corazonadas aceptar.

La sin tiempo

deshice casas
perdí bibliotecas
me fui con lo puesto
en una valija
dos valijas
tres
indivisible
la trinidad
es

lágrimas
patitas
para qué te quiero

las actrices pobres y viejas
terminan sus días
emparedadas
tomando mate
en un asilo temible
la Casa del teatro

¿Acaso no matan a los caballos?

La ristra

Con una ristra de ajíes en el muro se puede atravesar el invierno.
Hacer como que no existen los estragos del dinero, las arrugas ni la fatiga de vivir.
Con ella se pueden machacar derrotas. Y sentarse con aparente indiferencia en un banquito, la puerta entreabierta, desmenuzando en hebras finísimas la urdimbre de historias enrevesadas. Pieles y sudores afines con que neutralizar ejércitos hostiles.

Tarde o temprano los ángeles llegarán cargados de advertencias. O promesas. Con sus cuentas de diezmos a pagar. Que para eso están.

La rosa de los vientos, el firmamento, el ocaso en el alhajero de los chiles.
Aunque por la Sangre de Cristo, por Santa Fe y Taos falte el mar.

París, desvelos y quebrantos

un timbrazo
anónimo
imperioso
miserable
en la madrugada
me tropieza
de renovados
temores y temblores
insomnio sin paz
del solo
y sin embargo
qué hermosas las ciudades cuando despiertan
ingobernables
lagañosas
adormiladas
negociando borrando
latrocinios
los grados todos del gris
al amarillo violento del neón

soy tierra prometida
en París, la impostura
soy rosa estaqueada y a merced 
de las corrientes
instrumento marino
me llaman la blancura de Jutlandia
los azahares de Heraclion y de Minori
me enrosco y concentro en los rieles del elevado
en lo más sombrío de cada pétalo
origen de mi origen
sangrada a blanco
media luna de la uña
pétalo, puente pestaña a pestaña
mentira a mentira, hasta
la artrosis ceguera casi
totales
¿por qué no ya mismo Dakar
o Bamako?
navega gaveta de los sueños
mía
la más mía
cintita celeste desvahida
para anudar cartas y fotos
atajo y hatillo
de mi muerte al otro siglo
que espío
como Moisés con las Tablas de la ley
con la toga refrescante
al aire del sur

Déjame déjeme entrar
un cachito,
¿querés, quiere?

Soy Colón, Vespucci, una grieta en el parquet
una fisura en la pared
un viento en la botella
de las mil
de la uniquísima noche de más
de yapa
de nada
de hierba
pasto alto
palo
largo
enjambre de estambres
de polen y pistilos
cual piuma
piuma al huracán
ojo de ciclón
y brisa de fatiga
que llega boqueando
como puede al amanecer

Estrellita
mirame
la más pequeña infinita
unidad de lo que respira

a la retranca
ainda/ainda
la correa transmite
empecinada el embrión de la alegría
o la mera esperanza
dame, dale
a la tan atribulada
que soy

Jerusalén, una copa de vértigo

Las rosas de Jerusalén son complicadas
Los peregrinos desesperan
El camino de las rosas de la verdad
es absoluto.

Y me duele/s tanto.