Julio Torres Recinos

Poemas de Julio Torres Recinos

Seleccionamos del listado de arriba, estos poemas de Julio Torres Recinos:

El loco, el triste

El loco, el triste, habla
de maravillas,
de verdades llanas
con severa convicción.
El loco, el triste,
habla, sonríe,
sus labios tienen
del mar los laberintos.
Entiende, escrutina, salta
de juicio en juicio
sin poder los ojos detener,
sin acordarse.
El loco, el triste, no tiene
nombres, títulos;
va de pesca,
nada pesca:
fue una gran aventura,
dice.
El loco, el triste,
ve el mundo,
inquieto;
si más allá un vacío,
una carta, una silueta;
si más allá
un azul inadvertido,
una niebla;
verá de lado,
dirá algo,
sordo seguirá
con el tacto adormecido.

Eramos jóvenes

...si tú te mantienes libre,
por tu imposible yo,
tú por mi imposible.
Juan Ramón Jiménez


Aún recuerdo cuando te encontré.
Eras el nombre que conocía
por la música de cada sílaba.
Mariposa que volaba junto al fuego,
eras leve pájaro o espuma en tierra.
Aficionados entonces al arte de amar,
te tuve cerca y me tuviste hondo.

Qué jóvenes éramos entonces.

Cuando la mañana era dulce
y la tarde roja en el jardín dormía,
cuando mi soledad buscaba palabras
y tu silencio era una estrella que caía.

Cuando aprendíamos justas palabras
porque vivíamos tiempos de entrega,
porque vivías como agua en el prado,
porque vivía como el sol frágil de las seis.

Cien años

Cuando en cien,
doscientos años,
alguien cuente
(invente) esta historia
o la historia de otro
exilio, de otras quemaduras
de este ronco andar,

cuando se refieran
a esta hazaña
y sus desaciertos
y no se diga el dolor
que devoran mis labios
y no se sienta la viudez
de la guerra
los huérfanos, los deshijados
los que murieron
sin abril en sus sendas

en un parque entonces
en un banco al hedor del verano
(las moscas)
los viejos rían
disciernan sobre el progreso,
los principios, el aire
acondicionado,
la libertad de los ángeles
cinco, siete siglos atrás,
cinco, siete años atrás,
se bate un hombre, una mujer,
contra su propia ausencia.

He bajado a los infiernos

He bajado a los infiernos, a los fijos,
a los reales como una piedra en el rostro,
los que se nombran países, naciones,
territorios que en mi cara tornan

sus nombres en exilio, en tránsito, en ajeno.
He conocido buenas gentes, a qué negarlo,
que me han ayudado, que se han acercado
a la tripulación con un vaso de vino,

con carne seca, con una manta en buen estado.
Son esas gentes las que hacen un puerto,
las que al momento de comer ven al mar,
a la puerta, al marino hambriento,

a algún hijo olvidado de su tierra.
Por esas gentes soy hombre en reino extraño,
yergo la frente y veo al océano, grande
como una jaula donde sin tino corro.

He bajado a los infiernos, a los pétreos
donde el barro quema, el agua no cala.
He soñado con mapas. He querido acertar
en los filos de las piedras señales,

augurios, voces de aliento. El mar
me hiende mil caminos. El mar me lleva
a pueblos que relucen como escamas,
me confunde en la maraña de las formas.

Una tarde encendida hará que el rumbo olvide;
una joven de voz sedosa me entretendrá.
He soñado con mapas. He visto trazos
en las ánforas, en las máscaras trágicas.

En un templo asolado quise atinar
las iniciales de mi padre. Un rectángulo
no es más que un nítido concierto
si en él no se quiere ver una estampa.

He bajado a los infiernos y he vuelto.
He ido a lo hondo del mar, al sol mismo.
He tratado con los muertos y los astros.
Una diosa prometió estar a la diestra,

otras me arrojaron estrellas en los ojos.
Vagué por el mar; di un millar de vueltas
a las islas. Y volví. Por arte de embrujo
vuelvo a Itaca, Penélope, agradecido.

Entonces no sé qué decir

Voy por las calles,
me sacudo llantos de la piel,
me desprendo los últimos muertos que no quisieron morir.
Voy como alma en pena,
como un rayo sin trueno,
escapándome de la vida,
buscando un lugar donde morir.

No es la soledad,
no es esta triste muerte,
no es el recuerdo de mi pequeño hijo.
Es esta huerez debajo de mis ropas,
es el seco sonido de cada golpe,
es la miseria y el asco detrás de cada oficina,
es la T. V. y la Magazine y su Daily Report,
es la carencia en mis huesos,
es la sensación de haberme ido
sin haber dado el abrazo,
sin haber visto con ojos precisos.
Es la idea de haber olvidado
algo en una casa, en cualquier lugar.

Entonces no sé qué decir.
Cuando araña en la memoria
la lenta sonrisa de algún muerto,
cuando me pregunto cuánto cuesta tu muerte y la mía,
cuando sé que no hay muerte más perversa.

Entonces hay que ser payaso o enemigo,
no van conmigo los equívocos,
y decir la palabra Patria
con sus suelos húmedos y el alquiler por pagar,
y ser un Héctor o el de la Mancha.

Entonces no sé qué decir.

Mi Quijote

Pienso en ti
y entretanto
deambulo por las
marchitas periferias
de un poema.

Aguijoneo mi
quijote
y la ilusión
se eleva
o se pierde
o te encuentra
entre las
perdidas
puertas
viendo pasar los pájaros,
embistiendo
esa distancia
en la que
me diluyo
por alcanzarte.