Juan de Arguijo

Poemas de Juan de Arguijo

Seleccionamos del listado de arriba, estos poemas de Juan de Arguijo:

A NARCISO


Crece el insano ardor, crece el engaño
del que en las aguas vio su imagen bella;
y él, sola causa en su mortal querella,
busca el remedio y acrecienta el daño.

Vuelve a verse en la fuente ¡caso extraño!:
del'agua sale el fuego; mas en ella
templarlo piensa, y la enemiga estrella
sus ojos cierra al fácil desengaño.

Fallecieron las fuerzas y el sentido
al ciego amante amado, que a su suerte
la costosa beldad cayó rendida.

Y ahora, en flor purpúrea convertido,
l'agua, que fue principio de su muerte,
hace que crezca, y prueba a darle vida.

A FAETON


Pudo quitarte el nuevo atrevimiento,
bello hijo del Sol, la dulce vida;
la memoria no pudo, qu'extendida
dejó la fama de tan alto intento.

Glorioso aunque infelice pensamiento
desculpó la carrera mal regida;
y del paterno carro la caída
subió tu nombre a más ilustre asiento.

En tal demanda al mundo aseguraste
que de Apolo eras hijo, pues pudiste
alcanzar dél la empresa a que aspiraste.

Término ponga a su lamento triste
Climente, si la gloria ganaste
excede al bien que por osar perdiste.

LA AVARICIA


Castiga el cielo a Tántalo inhumano,
que en impia mesa su rigor provoca,
medir queriendo en competencia Ioca
saber divino con engaño humano.

Agua en las aguas busca, y con la mano
el árbol fugitivo casi toca;
huye el copioso Erídano a su boca
y en vez de fruta aprieta el aire vano.

Tú, qu'espantado de su pena admiras
qu'el cercano manjar en largo ayuno
al gusto falte y a la vista sobre,

¿Cómo de muchos Tántalos no miras
ejemplo igual? Y si cudicias uno,
mira al avaro en sus riquezas pobre.

A GANIMEDES


No temas, o bellísimo troyano,
viendo que arrebatado en nuevo vuelo
con corvas uñas te levanta al cielo
la feroz ave por el aire vano.

¿Nunca has oído el nombre soberano
del alto Olimpo, la piedad y el celo
de Júpiter, que da la pluvia al suelo
y arma con rayos la tonante mano;

A cuyas sacras aras humillado
gruesos toros ofrece el Teucro en Ida,
implorando remedio a sus querellas?

El mismo soy. No al'águila eres dado
en despojo; mi amor te trae. Olvida
tu amada Troya y sube a las estrellas.

A JULIO CESAR


Del gran Pompeyo el enemigo fuerte
llega en oscura noche al pobre techo,
do Amiclas con seguro y libre pecho
ni teme daño ni recela muerte.

Ya que llamar segunda vez advierte,
rogado deja el mal compuesto lecho,
y en frágil barca el peligroso estrecho
rompe, presagio de siniestra suerte.

Brama furioso el mar sintiendo el peso
que sostiene, y al tímido piloto
César anima, y dice: «Rema amigo,

»Rema; no temas infeliz suceso
por más que te contrasten Euro y Noto;
la fortuna de César va contigo».

A LA MUDANZA DE LA FORTUNA


Yo vi del rojo sol la luz serena
turbarse, y que en un punto desaparece
su alegre faz, y en torno se oscurece
el cielo, con tiniebla de horror llena.

El Austro proceloso airado suena,
crece su furia, y la tormenta crece,
y en los hombros de Atlante se estremece
el alto Olimpo, y con espanto truena;

Mas luego vi romperse el negro velo
deshecho en agua, y a su luz primera
restituirse alegre el claro día,

Y de nuevo esplendor ornado el cielo
miré, y dije: ¿Quién sabe si le espera
igual mudanza a la fortuna mía?

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Juan de Arguijo Contexto histórico

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