Juan Carlos Suñén

Poemas de Juan Carlos Suñén

Seleccionamos del listado de arriba, estos poemas de Juan Carlos Suñén:

Y quien se rinde al sueño

Y quien se rinde al sueño
de luchar contra un ángel
¿cómo verá a los otros?,
¿con qué desenvoltura irá pagado
y andará descubierto entre los hombres
sin verdugo posible
ni horizonte bastante? ¿Y cómo luego
dormirá entre su amante y su tarea,
para volver mañana
a la soberbia de su acabamiento,
si en nadie se conoce,
si desconfía de su vaso claro
y se avergüenza de su sed oscura?

Fuera de ti

Fuera de ti la tierra no es distinta,
ni es distinta la copa,
pero bajo esta carpa nadie contrata al huésped, y ningún
hombre llega hasta su muerto
antes de estar vivido.

Y allí rendiré cuentas
a la que está diciendo en lo lejano
de mí, a la adelantada
de mí, lejos del duelo
y lejos de la altura
de las aves que no pasan errantes.)

Paso junto a la piedra...

A veces pienso que podría arrancarme
esa marca de cuajo, echar la hueca
palabra al ascua de otra rancia escritura:

Paso junto a la piedra, como ese pájaro chino
que sólo entiende su mundo. En otro sueño

vienes a mí tocada únicamente
por una mano de loca.

Las estrellas brillaban como fulanas.

Si se cumpliera tu velo
encontraría una casa entre la vida y la muerte

La sucesión, tu lengua
sin motivo ni dulce. Lo aplacado
tan lejos ya de este techo
tenaz como un reloj.
Tu sacramento que hacía de lo incierto su oro
-en otro sueño. No caigo.
No es dolor. Es la música. No caigo.

Hasta el sólido banco...

Hasta el sólido banco de la paciencia los días
pasarán sus arrojos, y sus acatos las noches.
Sobre el último ay caerá el escombro del tiempo
y aún bailarás descalza entre mis huesos pelados.

Uno se queda solo...

Uno se queda solo
sin entrar en detalles.

Uno se queda a medias en su vaso de vino,
a medias en su pan. Y cómo puede
no volverse su embozo tan pesado,
tan gastado en el hombre, que alguien sepa
poner allí más verbo
que este que da comienzo a la altura del pomo,
este que se interroga
entre la voluntad y la añoranza.

Uno sale a la calle para probar sus dados
sobre la vieja manta de la noche.

Y ahora me preguntas...

¿Y ahora me preguntas si he hecho cosa alguna del tamaño
           de la felicidad o del tamaño de la tristeza?
¿Ahora vuelves hermosa y saludable, decidida a la barra de
           mi insatisfacción, para lucir la insignia de un licor deseado?
¿Te he conocido en tantas
para ir a perderte precisamente en ti?

Fuera de ti la tierra también debe.