Panamá defendida (III)

José Franco

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III


En tu retorno, Patria,
con Bolívar,
Tomás Herrera
alondra fue del Istmo.
¿Por qué invoco
su nombre?
¿Por qué canto?
¿Por qué escupo
la piedra
de las genuflexiones?
¿Quién fue?
¿Qué representa?
Hoy invoco su nombre
como invoco
a Justo Arosemena.
Las fechas sostenidas
en las puntas
del venablo,
del ingenio
y las viejas sepulturas.

Hoy invoco sus nombres
porque el barro
donde crece la Patria
que un día
lo formaron los valientes,
los ilustres,
los patriotas
como el buen
Santiago de la Guardia,
necesario es amarlo
en perenne actitud,
en anhelos de vidas
y de diálogos.

La Patria es una perla,
una conducta azul,
un lecho en vano herido.

Siempre la Patria fue
destino exacto,
múltiple reflexión
y manifiesto.
Cual si de pronto
un río se desbordara
por el pulmón
de América y las horas,
como si las vigencias
de los túmulos
roturaran el cántaro
de los sueños remotos.
Cual si las policromías
del barro
y las vegetaciones coronadas
clamaran por sonrisas
y palomas,
así la libertad
era a tus playas
galope prolongado,
alusión del origen
hacia América,
abonada por dulces ataúdes,
florecidos
en las profundidades
de la tierra.

Porque reclinado
al manso animal
de su alma
el hombre nace,
besa los abrigos
crepusculares
de los pájaros;
y cae
e implora
y muerde el polvo,
atado a las raíces
del devenir principio
sustentado.

¡Oh, baúl de cadáveres,
el tiempo!
América es la Patria
de los indios,
América es la Patria,
de los negros,
América es la Patria,
de los hombres
amarillos y blancos,
porque la tierra es única
y amable.
¿Dime si no es el porvenir
que canto
cultivada
ternura en lo terrestre?

Entonces Hidalgo era
la Patria, San Martín
y las tumbas de los héroes.

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