José Carlos Cataño

Poemas de José Carlos Cataño

Seleccionamos del listado de arriba, estos poemas de José Carlos Cataño:

LA MUERTE LA MUERTE LA MUERTE


LA muerte, la muerte, la muerte,
Trazo, racimo seco, estampa,
Sobre el reflejo azul del cielo
Quedó tu nombre
Como simple fábula del pasado,
Mientras que ahora
A cada palabra mía es tu voz,
Tus ojos a cada mirar,
A cada paso tu eco quien levanta
La sombra de mi cuerpo.

(de Muerte sin ahí, 1986)

MI COPA DE VINO


I

QUIÉN te bebe, vino oscuro,
Quién, en tu borde,
Sus labios duerme…

Riegas la aridez de la noche,
Mas tu hacer se estremece
Al son de la borrasca.

De tu silencio fluye
Anudada la sangre
A tu humedad.

II

Viertes el brillo de lo que fue
Sobre la copa que tamiza
La luz en alto.

Viertes la danza del forastero
Intermitente en el refugio
De la noche que mengua.

Viertes el sabor de quien resurge
Sobre la vida que decrece
Bajo el peso de la fatiga.

III

Alguien,
Si alguna vez, tan intensamente
Fue, como el recuerdo gime,
Arde tan lejos que ya lo creo
Verdadero en la distancia.

Quise arder sobrevivo de su cuerpo
Que no fue. Mas mi empeño, de dañarlo,
¿No sería una extraña forma
De amor? ¿No sería acaso el deseo,
Arder distantes
En la memoria?

Deslízate en mis labios que no siento,
Pues me colma
Tu inexistencia.

IV

Como el nombre en el verbo, sucumbid,
Chorros, en busca
De lo ya escrito;
Sucumbid, como el vino
Ahonda con su peso
La copa
De oscuridades.

Que tal es mi deseo,
Silencio ebrio de sí.

(de Disparos en el paraíso, 1982)

EL AIRE QUE PLANEA


EL aire que planea,
Deleite del sentido
En cabaña derruida.
Mi lengua está encendida.
Escala de la nieve
Hasta la cima sola,
La noche luminosa.

(de Muerte sin ahí, 1986)

NO SOSTENER NADA JAMAS


¿POR qué amaba aquellos devastadores viajes en tren?

Apenas si abría la boca o aguantaba en el mismo asiento. Miraba por la ventana el paisaje discontinuo y mi pensamiento era la discontinuidad misma.

Yo no he podido sostener nada jamás ni siquiera el miedo.

Y, sin embargo, cambiando de máquina en la frontera, el tren llegaba a destino y el mar seguía en su sitio.

(de El cónsul del mar del Norte, 1990)

AMORES ILUSTRES


YO también podría decir algo acerca de eso. Guardaos vuestras estrellas polares, vuestras interminables noches de amor, vuestras damas exquisitas, vuestras hembras calientes como una mañana por Nyangabulé. Tanto me da.

Acaso el amor sea el instante en que tiemblan dos cuerpos demorando derramarse el uno en el otro, los ojos en los ojos, la lengua en el secreto previo al desfallecimiento.

Su rostro no era hermoso y era persona de pocas palabras. Tenía desde noviembre no sé qué semilla en agua, y ayer, como quien dice, se convirtió en un tallo finísimo, imparable, en la alegría de la casa.

(de El cónsul del mar del Norte, 1990)

ESCRIBIR ES VOLVER


ESCRIBIR es volver, volver
A la escritura donde
Quien vuelve muere
Y pasa inadvertido
Al mirar de alguien
Que no mira, escribir
Es una espera que dibuja
Y borra por la noche la labor,
Deshaciendo la noche la labor
De bordar con letras pintadas
La noche, la escritura
Enhebra estrellas en el paño
Oscuro de un vestido que pasea
Encima de un puente o en la mirada
Que sigue la ida y vuelta de una cara
Indiferente,
Así somos el que regresa
Y el que aguarda el retorno,
El ser saqueado que a la orilla vuelve
Y la orilla ignota y saqueante,
Lo uno y lo otro,
Separados por el clavo de la conjunción,
Esto y aquello, el rostro que se apaga
Y lo que al fin nos dice y nos desliza
En el olvido,
Quebrando las costillas de la barca,
Las costillas del cielo y de la mente,
Definitivamente la ilusión
En el estallido final de la claridad.

(de En tregua, 2001)