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Pedro Calderón de la Barca
LA VIDA ES SUEÑO - JORNADA I - ESCENA II
SEGISMUNDO
¡Ay mÃsero de mÃ, y ay, infelice!
ROSAURA
¡Qué triste voz escucho!
Con nuevas penas y tormentos lucho.
CLARÃN
Yo con nuevos temores.
ROSAURA
¡ClarÃn!
CLARÃN
¡Señora!
ROSAURA
Huygamos los rigores
desta encantada torre.
CLARÃN
Yo aún no tengo
ánimo de huir, cuando a eso vengo.
ROSAURA
¿No es breve luz aquella
caduca exhalación, pálida estrella,
que en trémulos desmayos,
pulsando ardores y latiendo rayos,
hace más tenebrosa
la obscura habitación con luz dudosa?
SÃ, pues a sus reflejos
puedo determinar (aunque de lejos)
una prisión obscura,
que es de un vivo cadáver sepultura,
y porque más me asombre,
en el traje de fiera yace un hombre
de prisiones cargado
y sólo de la luz acompañado.
Pues huir no podemos,
desde aquà sus desdichas escuchemos;
sepamos lo que dice.
Descúbrese Segismundo con una cadena y la luz, vestido de pieles.
SEGISMUNDO
¡Ay mÃsero de mÃ, y ay, infelice!
Apurar, cielos, pretendo,
ya que me tratáis asÃ
qué delito cometÃ
contra vosotros naciendo;
aunque si nacÃ, ya entiendo
qué delito he cometido.
Bastante causa ha tenido
vuestra justicia y rigor;
pues el delito mayor
del hombre es haber nacido.
Sólo quisiera saber
para apurar mis desvelos
(dejando a una parte, cielos,
el delito de nacer),
qué más os pude ofender
para castigarme más.
¿No nacieron los demás?
Pues si los demás nacieron,
¿qué privilegios tuvieron
qué yo no gocé jamás?
Nace el ave, y con las galas
que le dan belleza suma,
apenas es flor de pluma
o ramillete con alas,
cuando las etéreas salas
corta con velocidad,
negándose a la piedad
del nido que deja en calma;
¿y teniendo yo más alma,
tengo menos libertad?
Nace el bruto, y con la piel
que dibujan manchas bellas,
apenas signo es de estrellas
(gracias al docto pincel),
cuando, atrevida y crüel
la humana necesidad
le enseña a tener crueldad,
monstruo de su laberinto;
¿y yo, con mejor instinto,
tengo menos libertad?
Nace el pez, que no respira,
aborto de ovas y lamas,
y apenas, bajel de escamas,
sobre las ondas se mira,
cuando a todas partes gira,
midiendo la inmensidad
de tanta capacidad
como le da el centro frÃo;
¿y yo, con más albedrÃo,
tengo menos libertad?
Nace el arroyo, culebra
que entre flores se desata,
y apenas, sierpe de plata,
entre las flores se quiebra,
cuando músico celebra
de las flores la piedad
que le dan la majestad
del campo abierto a su huida;
¿y teniendo yo más vida
tengo menos libertad?
En llegando a esta pasión,
un volcán, un Etna hecho,
quisiera sacar del pecho
pedazos del corazón.
¿Qué ley, justicia o razón,
negar a los hombres sabe
privilegio tan süave,
excepción tan principal,
que Dios le ha dado a un cristal,
a un pez, a un bruto y a un ave?
ROSAURA
Temor y piedad en mÃ
sus razones han causado.
SEGISMUNDO
¿Quién mis voces ha escuchado?
¿Es Clotaldo?
CLARÃN
Di que sÃ.
ROSAURA
No es sino un triste (¡ay de mÃ!),
que en estas bóvedas frÃas
oyó tus melancolÃas.
(Ãsela)
SEGISMUNDO
Pues la muerte te daré,
porque no sepas que sé
que sabes flaquezas mÃas.
Sólo porque me has oÃdo,
entre mis membrudos brazos
te tengo de hacer pedazos.
CLARÃN
Yo soy sordo, y no he podido
escucharte.
ROSAURA
Si has nacido
humano, baste el postrarme
a tus pies para librarme.
SEGISMUNDO
Tu voz pudo enternecerme,
tu presencia suspenderme,
y tu respeto turbarme.
¿Quién eres? que aunque yo aquÃ
tan poco del mundo sé,
que cuna y sepulcro fue
esta torre para mÃ;
y aunque desde que nacÃ
(si esto es nacer) sólo advierto
este rústico desierto
donde miserable vivo,
siendo un esqueleto vivo,
siendo un animado muerto;
y aunque nunca vi ni hablé
sino a un hombre solamente
que aquà mis desdichas siente,
por quien las noticias sé
de cielo y tierra; y aunqué
aquÃ, porque más te asombres
y monstruo humano me nombres,
entre asombros y quimeras,
soy un hombre de las fieras
y una fiera de los hombres.
Y aunque en desdichas tan graves
la polÃtica he estudiado,
de los brutos enseñado,
advertido de las aves;
y de los astros süaves
los cÃrculos he medido:
tú sólo, tú, has suspendido
la pasión a mis enojos,
la suspensión a mis ojos,
la admiración al oÃdo.
Con cada vez que te veo
nueva admiración me das,
y cuando te miro más,
aún más mirarte deseo.
Ojos hidrópicos creo
que mis ojos deben ser,
pues cuando es muerte el beber
beben más, y desta suerte,
viendo que el ver me da muerte
estoy muriendo por ver.
Pero véate yo y muera,
que no sé, rendido ya,
si el verte muerte me da
el no verte qué me diera.
Fuera más que muerte fiera,
ira, rabia y dolor fuerte;
fuera muerte, desta suerte
su rigor he ponderado,
pues dar vida a un desdichado
es dar a un dichoso muerte.
ROSAURA
Con asombro de mirarte,
con admiración de oÃrte,
ni sé qué pueda decirte,
ni qué pueda preguntarte.
Sólo diré que a esta parte
hoy el cielo me ha guiado
para haberme consolado,
si consuelo puede ser
del que es desdichado, ver
a otro que es más desdichado.
Cuentan de un sabio, que un dÃa
tan pobre y mÃsero estaba,
que sólo se sustentaba
de unas yerbas que cogÃa.
¿Habrá otro, entre sà decÃa,
más pobre y triste que yo?
Y cuando el rostro volvió,
halló la respuesta, viendo
que iba otro sabio cogiendo
las hojas que él arrojó.
Quejoso de la fortuna
yo en este mundo vivÃa,
y cuando entre mà decÃa:
¿habrá otra persona alguna
de suerte más importuna?
piadoso me has respondido,
pues volviendo en mi sentido
hallo que las penas mÃas
para hacerlas tú alegrÃas
las hubieras recogido.
Y por si acaso, mis penas
pueden aliviarte en parte,
óyelas atento, y toma
las que de ellas me sobraren.
Yo soy...