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Luis de G�ngora




En el caudaloso río

En el caudaloso río
Donde el muro de mi patria
Se mira la gran corona
Y el antiguo pie se lava,
Desde su barca Alción
Suspiros y redes lanza,
Los suspiros por el cielo
Y las redes por el agua,

Y sin tener mancilla
Mirábale su Amor desde la orilla.

En un mismo tiempo salen
De las manos y del alma
Los suspiros y las redes
Hacia el fuego y hacia el agua.
Ambos se van a su centro,
Do su natural les llama,
Desde el corazón los unos,
Las otras desde la barca,

Y sin tener mancilla
Mirábale su Amor desde la orilla.

El pescador, entre tanto,
Viendo tan cerca la causa,
Y que tan lejos está
De su libertad pasada,
Hacia la orilla se llega,
Adonde con igual pausa
Hieren el agua los remos
Y los ojos de ella el alma,

Y sin tener mancilla
Mirábale su Amor desde la orilla.

Y aunque el deseo de verla,
Para apresurarle, arma
De otros remos la barquilla,
Y el corazón de otras alas,
Porque la ninfa no huya,
No llega más que a distancia
De donde tan solamente
Escuche aquesto que canta:

«Dejadme triste a solas
Dar viento al viento y olas a las olas.»

Volad al viento, suspiros,
Y mirad quién os levanta
De un pecho que es tan humilde
A partes que son tan altas.
Y vosotras, redes mías,
Calaos en las ondas claras,
Adonde os visitaré
Con mis lágrimas cansadas,

«Dejadme triste a solas
Dar viento al viento y olas a las olas.»

Dejadme vengar de aquélla
Que tomó de mi venganza
De más leales servicios
Que arenas tiene esta playa;
Dejadme, nudosas redes,
Pues que veis que es cosa clara
Que más que vosotras nudos
Tengo para llorar causas.

«Dejadme triste a solas
Dar viento al viento y olas a las olas.»