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Justo Braga




Belisa



Belisa enmudece.
Recibe la noticia que ya espera.
Ahuyenta su mirada con natural destreza.
Aparta de su vista
la hoguera que detesta,
el fuego que la mira,
la luz que la ilumina.

Belisa palidece,
sin matices.
Belisa se desmaya,
sin desorden.

Belisa exhala estéril el invierno.
Indómita
e infecunda ofrece
su boca y sus pechos
al océano furioso en que se baña.

En la orilla,
una multitud contempla el cuerpo desnudo de Belisa.
Aplaude agitada su destreza.
De repente,
un débil devaneo en las miradas,
confirma que Belisa ha muerto.