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Santiago Azar



De Rokha al abordaje



Desde la mutilada memoria del verso,
desde un mal gesto o un alarido,
la ira canta, canta y canta.
Sabes, Pablo, yo milito en ti,
por que desde tanta tumba
donde no tienes flores,
desde tanta ceniza de la propia vida,
desde esa celda que te dio el aplauso
te haces grande, gigante, monumento:
El Pablo, terremoto de las luces,
el Pablo, incendio de los cuerpos,
el poeta, asesino de las comidas,
el hombre, hombre de las mujeres,
el amigo, primero de botella y abrazo.
Aquí en el Maule, aquí en el Sur
entre el caldo espeso de las longanizas,
en la disparada subida caliente de las cazuelas,
puerta por puerta, libro por libro,
puerta por puerta, vacaciones en el pueblo
en el pueblo! tu nombre;
aquí De Rokha, aquí en la víspera de la muerte.
Me llamas noche a noche,
disparo a disparo, Ay! la bala,
Ay ! el gatillo sonó como campana
y partió un poeta a discutir con Dios
si el cielo es cielo o si el demonio
tiene por apellido De Rokha.
Ay! la bala, la pólvora;
no se muere sólo de intentos,
la muerte abraza sólo al imbécil,
la muerte sólo anima a los tontos,
quien vive, vive en el ladrido de los perros,
vive en las alas de los murciélagos,
en los senos de las prostitutas.
Vives entero en la memoria.
Yo no olvido, yo no sepulto.
A bailar otra vez, Pablito !
La mesa está servida y sólo falta
la boca hambrienta del padre,
del poeta y del hombre de Chile.