Elina Wechsler

Poemas de Elina Wechsler

Seleccionamos del listado de arriba, estos poemas de Elina Wechsler:

Generaciones

A Clara


Ella escribe.
Da vueltas por la casa aplastada de palabras,
por las calles de transeúnte del tiempo,
por las sombras de ese otoño permanente,
allí donde el sol sólo alborea en mañanas extrañas.
Generación tras generación nace la palabra.
Ella escribe, no puede hacer otra cosa. Escribe.
Escucha un sonido, ve una flor y la hace cuento y sabe que es extranjera
que siempre lo será, esté donde esté, vaya donde vaya,
es extranjera de sus propias palabras que se ordenan en la hoja
como se ordenaban sus juguetes infantiles a la hora de la siesta.

Huellas de gaviotas

A Clara y Federico


Mediodía, agujero de luz,
gaviotas en vuelo alto.
Al atardecer parecen no estar, sin embargo
sus huellas precisas
han dejado marca sobre la arena.
-A veces creemos el horizonte libre de huellas,
creemos haber cruzado definitivamente las aguas-
Atardecer.
Huellas de gaviotas,
claras indicaciones de que hubo mediodía,
cuando el hambre de mundo
nos arroja a la playa.
Marcas precisas.
Un pez muerto en la orilla
entorpece lo que sólo tendría que ser camino.
El mal de la muerte entorpeciendo el paso.
Huellas de gaviotas.
El mediodía estallará tan sol de verano, tan brutal,
que perderán las huellas hasta el atardecer.
Huellas de gaviotas.
Levanten los ojos hacia las dunas.
Quietas, inconmovibles sobre la arena,
mirando fijamente el mar. Allí están.
Somos hijos de esa fijeza.
Mañana iniciarán el vuelo,
primero rasante,
luego hacia el agujero de luz.
Huellas de gaviotas.
Las que hay que olvidar.
Para volar.
Para volver a volar.

El loco

Me hablas desde el pasado extinguido y te escucho,
y al escucharte soy joven, benévola, incipiente.
Me hablas y en cada frase reconozco
mi locura de ayer, fuerte y desmesurada
como el azar y la suerte.
Escribir es volver sin volver,
indagar el desperfecto del espejo
Me hablas y hay otros hombres.
De murallas de piel de horizontes precisos.
Otros niños, crecen, nacen, ríen,
pero mi vientre ya no partirá otra luz
pidiéndome un nombre para cifrar un acto.
Solo hombre. Historias transmigrantes.
Hoy has hablado. Eras tú, el loco,
y a pesar del sensato y terráqueo curdo de las cosas,
una vez más, te he escuchado.

Pieza equívoca

La historia no termina.
¿Qué paloma mensajera mandaré esta vez,
qué luz en el cielo harás brillar
para que vea tu naufragio,
para que sepas de mi naufragio?
Solo así, distantes,
conservamos la ilusión del desembarco.
Pieza equívoca.
Pieza en falso.
Nunca voy a ti con las manos vacías.
Antes del encuentro,
durante meses y años,
recojo toda la nostalgia,
los poemas,
las palabras verdaderas,
guardo y guardo.
Cada vez tardo más en darte la señal,
me das miedo, tanto,
como el miedo que te sigo dando.
No termina.
Acostumbrados a equivocar a los mortales,
nos equivocamos.
Pieza equívoca.
Pieza en falso.
El mar está igual a sí mismo, dirás,
y el cielo, el mismo cielo de todos lo veranos.
Alguien ha muerto, ya lo sabes.
Me imaginas exacta en tu memoria,
No sé ni de tus vidas ni de tus muertes.
Creo saberte.
Crees que me sabes.

Carnaval

El carnaval explota en sus colores.
Un hombre baila con la muerte en el centro de la pista,
lleva en sus brazos un esqueleto y todos miran, ríen y sospechan.
Hay hombres que creen que el carnaval constituye algo así como la vida,
se disfrazan a diario,
disfrazan a sus mujeres.
Cuando intentan el desnudo
advierten que ya es tarde.

Herencias

Un bisabuelo meciéndose en su sillón de mimbre.
Una abuela partera y crías de gorrión.
Olores a guisos y a frasquitos de éter.
La línea paterna: una ruleta, el pleno al diecisiete.
Ruidos de aviones que planean y nos llevan.
Un magma entorpeciendo las imágenes.
La partida. El regreso. Las amigas. Los muertos.
Y el Mediterráneo de los últimos veinte años que nos refleja.
Las novelas de Kundera y de Simone. Las otras.
Los tempi lentos y rápidos de escenas superpuestas.
El antes y el después del 76 y del 90.
Un niño que creció sin permiso de los sueños
y sueños que transforman personajes secundarios
en los dueños del cuento.
El café, el primer cigarrillo matutino,
los hombres que dejaron su marca en la cabeza y en el cuerpo.
Un diván al que volver en otoño,
el tiempo que todo lo consume, la virtud del olvido, veladuras del recuerdo.
De nuevo el delantal, las hermanas, la escuela,
la madre joven, la simiente, el moño en el pelo.
Los poemas de Eluard,
las obras incompletas de Freud y de Lacan,
los caramelos sugus y el rumor de la música en las venas.
El periplo.
Las historias que se mezclan antes de perfilarse
como ramas separadas del imposible poema total.
La irrupción del poema.