Eduardo Lizalde

Eduardo Lizalde es un reconocido poeta mexicano, nacido en Ciudad de México en 1929. Guiado por su padre, desarrolló su gusto por la literatura a temprana edad, tanto en el rol de lector como de escritor. En el año 48, el diario El Universal mostró al público sus primeros poemas y casi diez años más tarde, Eduardo editó su primer poemario, de nombre "La mala hora". Sus estudios abarcan la música, una de sus mayores pasiones, y las letras a nivel universitario. Contrario a su éxito como escritor, incursionó brevemente en la política y fue cofundador de un movimiento llamado poeticismo, el cual no consiguió la repercusión esperada.
Eduardo es llamado El Tigre, dada su fascinación por este animal, al que ha dado espacio es un gran número de obras. Es autor de diversos títulos, entre los que se encuentran los poemarios "La mala hora", "El tigre en la casa", "Tabernarios y eróticos" y "Otros tigres", de su ensayo "Autobiografía de un fracaso. El poeticismo" y del libro de cuentos "La cámara". Su trabajo ha sido reconocido con el Premio Xavier Villaurrutia, el Nacional de Poesía Aguascalientes, la beca Guggenheim y una Medalla de Oro a la trayectoria como escritor otorgada por el Instituto Nacional de Bellas Artes, entre otros galardones.

Poemas de Eduardo Lizalde

Seleccionamos del listado de arriba, estos poemas de Eduardo Lizalde:

No sirve de otro modo

No importa que sea falso:
cuando tú quieras verme unos minutos
vive conmigo para siempre.

Cuando simplemente quieras
hacer bien el amor
entrégate a mi cuerpo
como si fuera el tuyo
desde el principio.

De otro modo, no sirve:
sería como prostituirse
el uno con el otro;
haríamos de todo esto
un gratuito burdel de dos personas.

Revolución, tiendo la mano

Revolución, tiendo la mano
y a veces me la muerdes.
Soy individualista,
pero el mundo no es bello.
Sólo el idiota, el loco y el canalla
piensan que el mundo es un jardín
donde florece una esmeralda
con sabor a durazno.
Mira, yo estoy contigo, en serio.
¿Cómo han de herirte a ti,
piedra del siglo,
unas palabras mías?
Ni los tiranos más abyectos han caído,
jamás, por la literatura.
Escucha: come un poco, tranquila,
de mi mano.
No es veneno esta pobre palabra deprimente,
de zorra enferma,
que te doy.

El perro

Éste es un perro.
Una creiatura que se ignora.
No sabe
que pertenece a una clase
-de cosa o bestia-, ignora
que la palabra perro
no lo designa a él en especial:
          cree que se llama perro,
          cree que se llama hombre,
          cree que se llama 'ven',
          cree que se llama 'muerde'.

Prosa y poesía

A Carlos Fuentes


La prosa es bella
-dicen los lectores-.
La poesía es tediosa:
no hay en ella argumento,
ni sexo, ni aventura,
ni paisajes,
ni drama, ni humorismo,
ni cuadros de la época.
Eso quiere decir que los lectores
tampoco entienden la prosa.

Amor

Aman los puercos.
No puede haber más excelente prueba
de que el amor
no es cosa tan extraordinaria.

La mano en libertad

Escribir no es problema.
Miren flotar la pluma
por cualquier superficie.
Pero escribir con ella
-Montblanc, Parker o Pelikan-,
sin mesa a mano, tinta suficiente
o postura correcta,
es imposible,
y a veces pernicioso.
Puedo escribir, señores,
con los ojos cubiertos,
vuelta la espalda al piso,
atadas las muñecas,
esparadrapo encima de los labios.
Puedo:
pero no garantizo el producto.