Claudia Lars

Claudia Lars nació el 20 de diciembre de 1899 en El Salvador y falleció a los 75 años, un 22 de julio. Fue una escritora que cultivó fundamentalmente la poesía, decantándose por un estilo impecable donde dejaba constancia de un dominio inigualable de la métrica.
Comenzó a publicar sus poesías cuando era todavía muy joven y esto la animó a participar en numerosos concursos, consiguiendo en muchos de ellos el primer puesto. Alguna de sus obras galardonadas fueron "Sobre el ángel y el hombre" y "Del fino amanecer". Después de su muerte, su obra tuvo una gran divulgación: se publicaron libros con sus mejores poemas, poesías inéditas y dos volúmenes de su Poesía Completa.
En esta web podrás leer algunos de sus poemas, tales como "Canción que te hizo dormir" y "La casa de vidrio"; en ellos se puede comprender a qué se refieren los críticos cuando aseguran que el uso de los recursos y la exactitud de la métrica son las principales bondades de la obra de esta poetisa. De todas formas es necesario objetar que Claudia Lars no es famosa sólo por eso, sino también por lo colorido de su arte, ya que una estructura muy prolija y medida no representan la condición primordial ni tampoco indispensable en la poesía; sí lo es el transmitir sentimientos e ideas de manera que generen sensaciones cautivadoras y únicas en los lectores.

Poemas de Claudia Lars

Seleccionamos del listado de arriba, estos poemas de Claudia Lars:

La casa de vidrio

Puerta de cristal el día,
pared de cristal el aire,
techo de cristal el cielo...
¡Dios hizo mi casa grande!

Ventanas de maravilla
sobre escondidos lugares:
el sendero de las hadas
y el camino de los ángeles.

Cuelgan las enredaderas
sus cortinas de volantes;
la hierba fina es alfombra
de mariposas fugaces.

El agua clara del río
cuaja un puente de diamante;
hay libélulas de nácar
y pececillos de esmalte.

Risa y canto se persiguen
en giros de juego y baile.
¡Columpio del alborozo
entre los gajos fragantes!

Palabra limpia y sencilla
como la flor del lenguaje;
regazo de ternura
donde las lágrimas caen.

Trigo de la espiga nueva
para harinas celestiales;
amor que leche se vuelve
en el pecho de la madre.

¡Mi casa es casa bendita,
todo en ella vive y cabe,
y puedo mirar a Dios
a través de sus cristales!

Rosa

Color redondo, carne dulce y fina,
abierto corazón de primavera;
llama fugaz en tierra pajarera,
columna de evidencia matutina.

Goce de abril, inútil bailarina
de la sangre y la luz en la frontera,
comunicada con la vida entera
por el silencio amargo de la espina.

Externa y pura, mas del lodo alzada.
En el cristal cautiva y condenada
sin alarde se dobla o se refleja.

Basura de agonía cuando acabe...
¡Y mi lengua extraviada que no sabe
el idioma del duende y de la abeja!

Espejo

Miré a la dulce niña del pasado
con piel ansiosa y con el ojo puro,
dibujando su forma contra el muro
donde el amor la había equivocado.

Era yo misma...cuerpo ya olvidado,
gesto de ayer y corazón seguro;
simple inocencia en el afán oscuro
y ssecreto del canto inaugurado.

Estaba allí, casual y sensitiva,
dueña del dardo y la manzana viva
en trémula quietud y extraño aliento.

Toqué su falda de vergel y danza,
entré en el corazón de la esperanza,
y recogí el engaño del momento.

Retrato

Ternura móvil que enraizó a mi lado,
niño grande sin nombre y sin alero;
huésped del sueño en cuerpo verdadero,
oscuro corazón iluminado.

Pago del día, saldo del pasado,
dulce heridor y hábil curandero;
mina de venas rotas y venero
que sin reserva da lo que he buscado.

Su silencio tan largo tiene ahora
pájaros irisados y despiertos
bajo una luz madura y vencedora.

De cenizas llegó su forma alzada,
y en rumbos de la sangre su llamada
devuelve la palabra de los muertos.

Sueño

Fui por el aire, tras la luz caída,
pisando signos y colores planos
y llevaba, desnuda, entre las manos,
la flor de ayer, alzando nueva vida.

Una paloma leve y abstraída
buscó la espiga de celestes granos
y en caminos profundos y lejanos
quedó mi propia forma detenida.

Derribadas murallas, botadura
de un nuevo corazón a la dulzura
y el miedo y el amor cruzando espadas .

A la deriva un ¡ay!... de no sé dónde,
y la muerte, impasible, que se esconde
en reflejo de caras olvidadas.

Cara y cruz

Alta visión de un sueño sin espina,
honda visión en realidad clavada;
ansia de vuelo en recta que se empina,
miedo del paso en curva accidentada.

Rosa de sombra, rosa matutina,
una caída y otra levantada;
ángeles invisibles en la esquina
donde el presente cambia de jornada.

Marca el momento signo de la altura:
brote de carne limpia y sangre pura
en renovado campo de infinito...

Y en promesa inefable y verdadera
-Gabriel de anunciaciones y de espera-
un mundo sin cadenas y sin grito.

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