Claudia Herodier

Poemas de Claudia Herodier

Seleccionamos del listado de arriba, estos poemas de Claudia Herodier:

Volcan de mimbre IX


El amor,
es del color
de mis sandalias.
¿Sabes?
A veces,
es raro sentirse:
¡Voy descalza!
Evito luciérnagas
caminantes,
piedras gritonas
a hombre
¿Sabes?

El amor,
es del color
de mis sandalias...
¡Voy descalza!

Realidad vertical


Varón de seda fugitiva,
espejo de este azul tan transparente,
descalza tu lenguaje,
llévame en tu frente;
en tu trueno-música recoge mi tambora,
mi hormiga de colores
y esta magia-real que a ti te explora.
En tus brazos apriétame
la nostalgia de ti,
hasta hacerla callar.
Porque yo en ti deseo
ser, minuto, segundo. Hora.
Estancia y minucia de tus sueños,
necesidad, hambre permanente. Mar.
Idea, carne, flor del valle.
Montaña de peñasco antiguo.
Cordillera fértil de tu boca.
Y en tu pecho,
en tu latir de sangre-tierra-roja,
ser, ser contigo esta profunda lágrima que llora.

Civilización...Oh, maravilla!



Infancia rectilínea la del hombre.
Jamás llega a reventar en su capullo.
Camina...
y va sin desgastar la suela.


Enero 26/78 S.S.

Realidad horizontal



El siglo esta aquí,
abierto ante los ojos.
Trae consigo la voz alzada,
la voz nacida de la profunda América.
Esa voz que a veces es borbollón de sangre
manando por una grieta,
y a veces, tan sólo a veces,
es grito abierto en el aire y alarido de parturienta.
Mas quién va con ella... Quién... y por dónde?
Nadie.
El siglo, como esta tierra,
están anudados, solos, en el ombligo de la noche.
América...
día dormido aún en el horizonte.


Octubre 26/76 - Mayo 11/77 S.S.

Volcan de mimbre IV


Mariposa
arrastrada por un viento.
Por este viento vacío
que se durmió hace
años.
Arena movediza
en un pantano
desierto,
donde las aves cantan
despertando sueños.

Pasaje de ida



Cuando el contorno se estrecha y nos asfixia,
cuando el amor que soñamos y esperamos
se queda trabado de una rama,
como cualquier piscucha...
Cuando andamos como las gallinas
y como las patas: buscando donde
desovar con la temperatura necesaria,
volvemos a unos brazos que existieron
nunca en nosotros.
Y es entonces que lo imaginado
cobra lugar de compensación sin nombre propio;
para que vayamos, dentro de nosotros mismos,
a vernos en ese cristalino que llamamos tiempo,
y nos estiremos como gusanos,
dando los largos, mas no los anchos,
de nuestras esferas en los anillos;
para que volvamos a buscarnos nombre, cuna,
y algunos cuatro tontos para llamar familia;
para que vayamos en busca de aquellos brazos interiores;
tal vez de un espejo y quizás de un peine.
Mas de repente, el contorno explota, y hace
que muramos.--Como si la muerte
y sólo ella, tuviera los brazos exactos
para el calor y el tacto de nuestro cáscara-cuerpo.--
Entonces, solo entonces,
cabe esperar a que se abran
los días con sus noches,
los volcanes con su fuego-misántropo,
encerronado y eterno.
Esperar porque el cansancio consuma
las palmas de una mano,
las huellas digitales,
prisioneras, en cadena perpetua...
Esperar en el semáforo a que pasen
los mendigos y los desocupados,
infinitas procesiones de crucificados
inútilmente
Que pasen los días con sus noches,
los volcanes con su fuego-encerronado;
el cansancio, las palmas, las huellas digitales...
El cansancio, el cansancio, que pase...