Carlos Guido y Spano

Carlos Guido y Spano fue un poeta argentino, nacido en Buenos Aires el 19 de enero de 1827 y fallecido en la misma ciudad el 25 de julio de 1918. Dado que su padre era General y había militado en las guerras de la independencia, Carlos tuvo también una gran implicación en cuestiones políticas. Esto le causó problemas y manchó su imagen pública en más de una ocasión; por ejemplo, declaró públicamente que la idea de cruzar los Andes, así como el resto de la estrategia de San Martín, había sido en realidad ocurrencia de su padre. En el año 66, por otro lado, se opuso rotundamente a la guerra contra Paraguay, razón por la cual Bartolomé Mitre ordenó su arresto. Finalmente, sus ocupaciones no literarias incluyeron la dirección del Archivo General de la Nación y la participación del Consejo Nacional de Educación. Además, colaboró en la fundación de la Sociedad Protectora de Animales.
Su poesía está comprendida en dos tomos: "Hojas al viento", que recoge obras desde el año 1854 hasta 1871, y "Ecos lejanos". Recomendamos la lectura de sus poemas "Hojas al viento" y "Trova". Carlos también cultivó la prosa, abordando la crítica literaria y social, en su libro "Ráfagas".

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Poemas de Carlos Guido y Spano

Seleccionamos del listado de arriba, estos poemas de Carlos Guido y Spano:

En los guindos


Tenía yo dieciocho años, y ella
Apenas dieciséis; rubia, rosada.
No es por cierto más fresca la alborada
Ni más viva una fúlgida centella.
Un día Adriana bella
Conmigo fue al vergel buscando fruta,
Y así como emprendimos nuestra ruta
Absorto me fijé por vez primera:
¡Cuán atractiva y cuán hermosa era!
Llevaba un sombrerillo
De paja, festoneado, con adornos
De flores de canela y de tomillo:
y realzando sus mórbidos contornos
Un corpiño ajustado,
Saya corta, abultada, de distintas
Labores, hacia el uno y otro lado
Recogida con lazos de albas cintas.
Como nuestro paseo se alargaba,
Le ofrecí el brazo, me arrobé al sentirla
¡Que en él lánguidamente se apoyaba!
Confuso y sin saber el qué decirle,
Me desasí... Trepéme a un alto guindo,
Desde cuyo ramaje de esmeralda
El bello fruto, ya en sazón, le brindo,
Que ella con gracia recogió en la falda.
¡Oh delicioso instante!
¡Oh secretos de amor! ¿Cuál mi ventura?
¿Podré pintar, mi sangre llameante,
Al ver desde la altura
Su seno palpitante,
Su voluptuosa y cándida hermosura ?
¿Acaso Adriana adivinó en mis ojos
El fuego interno que en mi alma ardía?
¿Esa la causa fue de sus sonrojos?
-«Aquella guinda alcanza», me decía,
«Que está en la copa; agárrate a las ramas,
No vayas a caer.» -«¿Y tú, si me amas,
Qué me darás?» Bermeja cual las pomas
Que madura el estío en las laderas,
Contestó apercibiendo dos palomas
Blancas, ebrias de amor: -«Lo que tú quieras!»

Soneto at home


¡Hijos queridos! En la paz bendita
del heredado hogar hallad defensa
contra el violento entorno que nos tensa
contra el combate cruel que nos agita.

Como en vuestros abuelos se condensa
reconoced caballeresca cita
con la conciencia que a lo heroico invita
y rechazad vivir en la vergüenza.

Ejemplo es vuestra madre de la entrega.
Servid a los demás. Es su camino.
Intransitado y viejo al cielo llega.

Esto de mi docencia me imagino
que de un padre a sus hijos se trasiega:
que cada cual sea fiel a su destino.

Amira


¿Conocéis a la rubia y tierna Amira?
¡Qué belleza, qué flor, qué luz, qué fuego!
Su andar se ajusta al ritmo de la lira,
Hay en su voz la suavidad de un ruego.

El flamenco nadando en la laguna
Entre el verde juncal, no es más gallardo:
Espira un vago resplandor de luna,
Tiene la fresca palidez del nardo.

Hace soñar; la mente se colora
De su candor al virginal destello;
Se sueña con las rosas, con la aurora,
Con las hebras de luz de su cabello.

Parece que un espíritu celeste
Siguiéndola invisible la perfuma,
Y que su blanca y ondulante veste
Por el aire agitada hiciese espuma.

Ayer la vi pasar en lontananza,
E imaginó mi alma entristecida,
Era el ángel de la última esperanza
Que buscaba, el sepulcro de mi vida.

Sensualismo


¿Será un crimen rasgar la tenue gasa
con que oculta el amor gracias terrenas,
o en la pomposa viña las ajenas
uvas gustar y el bien que raudo pasa?

Cuando el amor el alma nos abrasa,
que Venus arde en las henchidas venas,
desciende el cielo mismo a las amenas
ígneas regiones del placer sin tasa.

Júpiter sumo el trono esplendoroso
dejó, ya Leda en cisne transformado
sedujo, ya la tiria Europa en toro;

¡Y en la prisión entrando voluptuoso
de la blanca Danae, derramado
sobre ella se deshizo en lluvia de oro!

Soledad


¡Oh soledad! ¡Oh murmurante río,
A cuya margen espontáneos crecen
Los árboles frondosos, que el otoño
Despoja ya de su hojarasca verde!

Huésped errante de la selva oscura
Di en estas limpias aguas. ¡Cuántas veces
Me vio la tarde, absorto en mis recuerdos,
Contemplando su plácida corriente!

La gran naturaleza, de mis penas
Oyó el lamento que hacia Dios asciende:
En su templo inmortal a quien la invoca
Seguro asilo y bálsamos ofrece.

Al dejar sin retorno estos lugares
Tan dulces a mi afán, llevo indeleble
Una impresión de gracia, de frescura,
Y hasta el sahumerio del paisaje agreste.

Como esas aves de amoroso instinto
Que en busca de calor el aire hienden,
Así mis pensamientos al amparo
De los afectos íntimos se vuelven.

¿Pero en cuál mejor sitio hallar la calma,
Y este silencio arrobador, solemne,
Que al fatigado espíritu conforta
Mientras las horas se deslizan breves?

Es aquí donde exhausto peregrino
Quisiera alzar mi solitario albergue,
¡Y arrullado del aura y de las ondas
Vivir lejos del mundo, para siempre!

Hojas al viento


¡Allá van! son hojas sueltas
De un árbol escaso en fruto;
Humildísimo tributo
Que da al mundo un corazón.

Allá van, secas, revueltas
En confuso torbellino,
Sin aroma, sin destino,
A merced del aquilón.

Esas hojas los ensueños
De la vida simbolizan,
Cuando puros divinizan,
La ventura o el afán;

Son emblemas de risueños
Devaneos que en su aurora
La ilusión virgen colora,
¡Y que nunca ¡ay! volverán!

¡Hojas mustias y sombrías!
ya las ramas que adornaron,
Tristemente se doblaron;
El pampero sopló allí.

Las agrestes armonías
Que otro tiempo al aire dieron,
De la tarde se perdieron
En la bruma carmesí.

Allá van, sí, desprendidas
Por las ráfagas de otoño.
Sin que dejen ni un retoño
En su tránsito fugaz;

¡Pobres hojas esparcidas,
Por el viento arrebatadas,
de las vegas encantadas
A que dieron sombra y paz!

Biografía de Carlos Guido y Spano

Nació en Buenos Aires, el 19 de enero de 1827. Sus padres fueron, el General Tomás Guido, destacado amigo del General José de San Martín y militar de la independencia, y doña Pilar Spano, dama chilena, de quien heredó su vocación poética.

Cursó sus estudios en su ciudad natal, en donde residió hasta 1840, fecha en la que se radicó con su familia en Río de Janeiro, donde su padre se desempeñaba como embajador.

Regresó a Buenos Aires a los 19 años, y en 1848, viajó a París, a visitar a su hermano enfermo, el que falleció antes de su arribo. Su angustia se mezcló con el espíritu revolucionario que se vivía en ese lugar, del que adoptó los valores liberales.
Durante su estadía en Inglaterra, vivió la democracia, y se sintió identificado con esa forma de gobierno y de vida.

Regresó a Argentina en 1852 dedicándose al quehacer literario, pero al poco tiempo debió emigrar a Montevideo acompañando a su padre, víctima del destierro.

Al volver a su país, es nombrado subsecretario del departamento de Relaciones Exteriores, hasta 1861, fecha en que retorna a Montevideo.

En 1872, de regreso a su patria, ocupó la Secretaría del Departamento Nacional de Agricultura., para luego desempeñarse en la Dirección del archivo General de la Provincia y en la vocalía del Consejo Nacional de Educación.
Participó como soldado en defensa de su nación, y como opositor en la Guerra de la Triple Alianza. Fundó, además, la Sociedad Protectora de Animales.

En cuanto a su obra, tomando las palabras de Carlos Dámaso Martínez, podemos afirmar que "permaneció fiel a un romanticismo inicial, aunque tardío, de rasgos elegantes, atenuados y sobrios". Escribió sobre el amor y la naturaleza, entre otros temas, combinando la reflexión, el humor y los afectos.

En 1854, publicó algunos escritos en la Revista "El Paraná". En 1871, surgió "Hojas al viento", recopilación de sus obras escritas desde 1854. En 1895, se conoció otra gran creación poética: "Ecos lejanos".
En 1879, publicó su obra en prosa "Ráfagas", de crítica literaria con referencias autobiográficas.
Otros poemas destacados fueron: "Myrta en el baño", "En los guindos", "At home" y "A mi hija María del Pilar".

Vivió respetado, homenajeado y serenamente, hasta edad avanzada. Fue el 25 de julio de 1916, cuando su querida Buenos Aires, lo despidió del mundo terreno, para conservarlo en su recuerdo.