DRAGÓN ROJO

José Mario Calero Vizcaino

Hay un dragón rojo
que está cerca del supermercado
donde hacemos las compras diarias.

 

El dragón está estampado
por duplicado
en el vidrio viejo y roto
de la fachada
en la planta baja
de un edificio abandonado
que alguna vez fue un
restaurante chino.

 

Cuando vamos a hacer las compras,
la Emma, me pide que la lleve
a ver el dragón rojo.

 

Cuando lo ve,
me dice que tiene:
afilada cola;
afiladas uñas;
afilados dientes;
afilados y grandotes ojos.

 

Yo me imagino
que en su psique
el dragón cobra vida
desprendiéndose de
su plano reposo
para cobrar volumen.

 

Y su cola se balancea
de un lado a otro
similar a un látigo
y su veloz movimiento
parte el aire en dos
haciendo un sonido aerodinámico
y la punta de su cola afilada
busca degollar y o atrapar
a sus presas como
una serpiente boa constrictor.

 

Y sus extremidades
se vuelven fuertes
con voluminosos músculos:
en las patas para correr,
y en los brazos para pelear
y para atrapar y desprender
a sus víctimas;
y en las extremidades
de sus dedos mortales
unas desgarradoras
y afiladas uñas
capaces de arrancar la piel
y dejar rastros de sangre.

 

Y de su boca
se proyecta fuego,
un fuego ardiente
que se genera de sus
letales glándulas que solamente
los dragones tienen,
y sus afilados dientes,
blanco marfil
y grandes como
los de un elefante,
se clavan como estacas letales
como los dientes
de una leona
fiera y voraz al cazar;
y su lengua bífida
y su paladar afilado
disfrutan y se deleitan de
los sabores de sus cacerías.

 

Y de la base superior
de su pecho se trifurcan
tres poderosos cuellos,
ágiles como culebras,
desde los que salen,
como un péndulo,
las tres cabezas
que con movimientos que marean
rastrean la zona
como aves de rapiña
para ubicar a sus presas
y sus afilados y grandes ojos
que como radares
detectan y ubican
las energías caloríficas
de los seres vivientes
para convertirlos
en sus ineludibles víctimas.

 

Después avanzamos y hacemos
una limpieza en la imaginación,
viendo otros paisajes y cosas,
y vamos a hacer las compras
o regresamos a casa.

 

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Comentarios1

  • Miriam Inés Bocchio

    Hermoso poema José. La verdad me quedo con los mercaditos como antes.
    El abuso ya es realmente un espanto.
    Abrazos de Inesita



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