Solitario de amor, de Cristina Peri Rossi

En 1988, a poco de haber cultivado el género poético a través de «Europa después de la lluvia», la escritora uruguaya Cristina Peri Rossi retomó su producción novelística con «Solitario de amor».

Solitario de amorEn ese libro, la también creadora de «La rebelión de los niños», «El museo de los esfuerzos inútiles» y «La nave de los locos» aprovecha su extraordinaria capacidad narrativa para construir un texto repleto de elementos eróticos y amorosos.

Según se desprende de la lectura de la obra, este material está relatado desde la soledad que promueve la falta de fusión y posesión con el cuerpo deseado. Quien experimenta esa intensa pasión es Aída, una mujer que le pone el físico, la espiritualidad y los sentimientos a esa sensación profunda.

Con estilo sutil pero con la dosis justa de sensualidad, la autora nacida en Montevideo el 12 de noviembre de 1941 logró retratar tanto las vivencias de Aída como las de su amante, quien ve al cuerpo de la protagonista como una adicción y reclama cada vez mayores dosis de contacto para sobrevivir. Para él, el amor constituye una especie de «droga dura».

En tanto, deja al descubierto la novela, el espacio exterior resulta hostil a ese sentimiento porque, según se sostiene, ha sido creado por el desamor.

Desde el punto de vista de muchos expertos, «Solitario de amor» es una gran novela que merece ser apreciada por todos aquellos que se sientan atraídos por las historias pasionales escritas con maestría y calidad. Si hasta el momento de leer este artículo no conocían o no se sentían interés por la labor literaria de Cristina Peri Rossi, tal vez encuentren en este texto la motivación necesaria para dejarse sorprender por la pluma de esta talentosa mujer que, pese a mantener la ciudadanía uruguaya, ha decidido gestionar la nacionalidad española.

Comentarios1

  • Elsy Alpire Vaca

    Interesante información sobre las obras publicadas de una escritora que ha tenido grandes éxitos, sin embargo en daro de su pretensión a cambiarse de ciudadanía es inexplicablemente extraña, más cuando no dice porqué. Gracias.



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