Alejandro José Diaz Valero

Poema & Cuento (no apto para mayores)

EL AMIGO CRISTALINO

 

Mi amigo transparente

vestido de pulcro blanco

sólo el tenerte presente

me apaga mi triste llanto.

 

Aunque de cuerpo endurecido

eres de cabeza blanda,

Cuando me das tu contenido

el aliento me regalas.

 

Eres mi amigo primero

disfrutaste mi tacto incipiente…

Mis manos con sumo esmero

te tomaban tiernamente.

 

Eres el amigo cristalino

estés  frío o caliente,

igual me das un torbellino

para que yo me alimente.

 

Amigo de gran relevancia

dueños de tantas emociones…

son sinónimos de la infancia

los amigos “biberones”.

*****

 

 

 

EL ZAPATERO DEL PUEBLO

Esta es una historia como cualquiera, de esas que nacen en la mente y salen luego a recorrer el mundo;  a veces se cansan a medio andar y entonces mueren el olvido. Otras veces avanzan a pasos agigantados y van dejado su huella a cada paso. No se que camino tomará esta historia, pero quiero contarla.

Se dice que un viejo zapatero remendaba los zapatos de todos los pobladores del pueblo, pues era raro que alguien comprara zapatos nuevos, y las razones sobraban; una era porque había poco dinero, otra era porque nadie vendía zapatos, los pocos que se vendían los traían del extranjero y tercero, era que en ese pueblo habían un excelente zapatero que al reparar los zapatos los dejaba como nuevos y como era más barato, pues nadie se preocupa por estrenar calzados.

Una vez un señor forastero llegó al pueblo en busca del zapatero, a él le habían contado sus hazañas remendonas y quiso ponerlo a prueba. Le trajo un par de zapatos muy desgastados, la suela estaba completamente destrozada, el cuero estaba desteñido y cuarteado, hasta las trenzas eran un amasijo de hilachas anudadas, parece como si el forastero se hubiera puesto esos zapatos para darle la vuelta al mundo caminando.

-          Buenas tardes señor

-          Buenas tardes

-          ¿Es usted el zapatero del pueblo?

-          ¡Si señor. A sus órdenes!, ¿dígame que lo trae por aquí?

Me han hablado maravillas de usted, y quise traerle este par de zapatos para que me los repare, ellos tienen para mí un valor sentimental muy grande.

-          Oh, no me diga, y se puede saber de que se trata

-          Bueno, esos zapatos los usó mi bisabuelo cuando iba de compras al pueblo.  Luego lo usó mi abuelo cuando era trabajador del correo; cuantos caminos recorrió mi abuelo para llevar tantas cartas a su destino. Posteriormente lo usó mi padre, hombre de campo, que salía en la mañana a recorrer  sabanas y praderas arreando sus rebaños siempre con sus zapatos puestos, bajo lluvia y bajo sol.  Y ahora yo los utilizo a diario para ir de pueblo en pueblo como todo un gran forastero.

-          Caramba señor esos zapatos si que tienen historia

-          Pues ya ve porque quiero repararlos

-          Pues en estos momentos tengo muchos pedidos que atender, si usted me deja los zapatos yo se los tendré listos para la próxima semana.

-          Esta bien, le cancelaré el 50% y cuando me los entregue le pagaré el resto

-          Trato hecho.

 

Y así pasó una semana y el forastero volvió al pueblo a retirar sus zapatos, pero tuvo que devolverse porque el zapatero no estaba. Lo esperó todo el día, pero no regresó, es más nadie lo había visto desde hacía una semana.

 

A la semana siguiente volvió el forastero, y nada, el zapatero seguía sin aparecer, el forastero estaba furioso y se sentía burlado, por lo que decidió buscar al viejo zapatero para darle su lección.

 

A la tercera semana volvió al pueblo, allí estaba el viejo zapatero en su sitio habitual de trabajo, con su seriedad acostumbrada al reparar los zapatos,  para que sus dueños sigan recorriendo caminos.

 

-          Buenas tardes caballero, dijo el forastero, he vuelto por mis zapatos, así que, si

no los tiene listos, démelos que así como los traje me los llevaré.

-          De ninguna manera señor, le contestó el zapatero, aquí los tiene como nuevos

 

Los ojos del forastero brillaban de asombro, era imposible que aquellos zapatos quedaran tan perfectos, tan bien restaurados que verdaderamente parecían nuevos

 

El forastero ya más tranquilo, entregó al zapatero felizmente el dinero que le adeudaba y se fu del pueblo con sus históricos zapatos.

 

En el pueblo se cuenta que el zapatero que era un hombre tan cumplido, tardó dos semanas más en entregar los zapatos al forastero, porque fue a un lejano pueblo donde él sabía que los vendían para comprar un par de zapatos idénticos a los del forastero y entregárselos como si él los hubiese restaurado. Eso por supuesto alegraría al forastero, y pagaría su deuda ahorrando su malestar por la demora a que fue sometido.

 

Y el zapatero del pueblo decidió quedarse con aquel viejo par de zapatos, que al igual que él, tenían una larga historia que contar, y según cuentan,  nunca los reparó, porque quiso conservar intactas en aquel calzado,  las profundas huellas de tantos caminos recorridos.  

 

Desde aquel día el viejo zapatero guardó aquel viejo par de zapatos que una vez le dejó un forastero al cual solo  tuvo que darle a modo de pago, una mentira piadosa y un par de zapatos nuevos. Fin.