Leom Kolmnela

EL POEMA DE LA MADRE DEL EMIGRANTE


 

Pues aun siendo un hombre que nació para ser así,

con gran coraje y al mismo tiempo cobarde.

Llorando como un hombre mirando hacia ti,

hacia ti mirando, mi estimada madre.

 

Pasaron días y noches, y siglos plenos sin verte,

tú me hiciste hombre y Dios me hizo padre.

Pero mi corazón herido nunca paró de quererte.

Y hoy sé más que nunca que significas madre.

 

 

Yo nunca fui un perro, pero a mi sin embargo,

en algún camino del mundo me dijeron, “ladre”

Y pareciendo dulce me pareció amargo,

como este momento en que no te tengo madre.

 

 

Yo vi ciertos caminos con fortunas y suertes,

busqué por todos lados donde estaba mi parte.

Me encontré con vivos, me encontré con muertos,

pero nadie se parecía a ti, mi lastimada madre.

 

En los rincones del mundo yo vi madres y madres,

yo vi madres ajenas, con cara semejante.

Yo vi mujeres dignas como tú en todas partes

Pero no te encontré mi pensativa madre.

 

Nació el sol ajeno, desapareció  la luna.

Dormí en un rincón y me levanté en otra parte,

en algún lugar del mundo se me perdió la pluma,

y te escribí con uñas a ti mi tierna madre.

 

Hoy no te tengo cerca para hablar con tus sentidos,

tocar tus blancos cabellos que brillan como aquella tarde.

Cuando nos saludamos para ser dos perdidos,

entre dos desconocidos que son hijo y madre.

 

Que mal, pues, que disgusto, que vida sin sabor,

yo vivo desde entonces con una herida que arde.

Buscando tú presencia a mí alrededor,

pero te busco siempre y tu nunca estas, madre.

 

 

Ah esta lejanía, que precio pide siempre,

escrita por humanos maldita por el arte.

quisiera estar muriendo mejor en tu vientre,

que vivir lejos de ti, mi dolida madre.

 

 

Estación tras estación, año tras año,

voy tras de ti, pero voy tras de nadie.

Siento que tu falta me esta hacienda daño,

y me estoy enfermando por tu amor, mi madre.

 

Que solución me da una vida de angustia,

que brutalmente de un cuerpo el amor quiere saciarse.

Yo soy el hijo tuyo, el hijo de la gran puta,

así el mundo me dice, mi bella y triste madre.

 

Yo no se que decir, el mundo es ajeno,

en el yo sin ti no se como apropiarme.

Me falta tu mirada y tu caricia tierna,

pero aun sin tenerte, te amaré siempre madre.

 

Yo sé que te veré en algún pequeño momento,

y si no lo puedo hacer, será un gran desastre.

Será quizás un sueño o quizás solo un intento,

pero aun sin lograrlo yo te veré mi madre.

 

Así me remataron hablándome de ti,

pero me di cuenta que hablaban de otra madre.

Escuchando a una madre me pareció a mí,

que en ella pude verte mi sonriente madre.

 

 

2

 

Quizás en el retorno de nuestro mundo loco,

podrá parar el mundo, y yo podré llamarte.

Y quizás yo podré verte tan solo un poco,

tan solo para olerte, tan solo para besarte.

 

Yo sé, será difícil y el mundo gira y gira,

y mientras más gira, yo más quiero hallarte.

Y más quiero mirarte con mi ojo que no mira,

para llegar contigo y volver a ser tú parte.

 

Madre nunca pienses que yo te he olvidado,

esta vida sin piedad dividió nuestros caminos.

Y quizás por sus razones nos puso separados,

como piezas del un mismo cuerpo en diferentes caminos.

 

Yo soy igual que tú y tú igual que el mundo,

en mi vida perdida esto no tiene duda.

Yo soy tu niño tierno, me dicen vagabundo,

porque siguen llamándome, ¨el gran hijo de puta”.

 

 

No te lastimes madre, yo sé que no es normal,

pues yo ya te expliqué que vivo en un mundo ajeno.

Donde cualquier momento puede ser fatal.

Igual para un bandido, como para un ingenuo.

 

Al final de todo lo que vemos en cada cara,

tú por tu lado y yo por el lado mío.

Se ve como agua sucia que nunca se aclara,

que no va rumbo al mar, ni va para el río.

 

Esta oración por ti, de noche yo la escribí,

porque desde que me fui nunca mas fue de día.

Así entenderás que siempre pensé en ti,

y que nunca te olvidé o lindísima madre mía.

 

 

El dolor nació, para los que lo probaron.

El desprecio y el odio por los que lo adaptan.

Y el amor también nació para quien lo amaron.

Y la lejanía nació por los que más nos faltan.

 

Así madre, no llores, pues fuerte como un hombre,

tú eres el árbol bueno que dio siempre su fruta.

Pero que la perdió y no se sabe dónde,

y le cambiaron el nombre por ¨hijo de puta¨.

 

Me duele tu fatiga, también me duele la mía,

la vida es cruel y así siempre nos miente.

Para ti y para mí quizás mejor sería

antes de soltarme, mantenerme en tu vientre.

 

 

Será siempre la ley de los vivos y de los muertos,

será la ley de todos y eso no tendrá dudas.

Aquellos que te llaman en mal nombre, son tontos,

y también lo son “grandísimos hijos de putas”

 

Tú tranquila madre, un día estaré contigo.

Vendré y será invierno, o será primavera,

seré quizás un príncipe o seré quizás un mendigo.

Pero vendré a tu regazo, de carne, o de piedra.