Voy dejando huellas de mis danzarines pasos
Por la arena blanquecina de la llana playa,
Que en su calma marea, no arrastra penas,
Sino rumores del oleaje, palabras caprichosas.
Se hunden mis ligeros pies en tibias arenas,
Enredando entre mis dedos granitos,
De esperanza algunos, de dichas otros,
Que cosquillean en mí, como plumas salvajes.
Caminando hacia la orilla, sonriente,
Dejo que la espumosa agua rompa en mí,
Salada y cicatrizante que cura mis heridas,
Que calman la sed de mi fatigado caminar.
Palpitan graznidos de gaviotas, blancas y negras
En su errático volar, buscando corrientes aéreas,
Dejando hipnotizadora danza, y alegres parloteos.
Mi alma se ensancha de proféticas acrobacias.
Quisiera yo poder volar, si no en cuerpo,
Dejar libertad a mi oxidada felicidad,
Que entre pliegues se esconde, mi alma
Mil veces doblada, quisiera yo poder volar.
Surcaría mares, montes y hasta labranzas
Que pudiera yo azuzar con mis alas
La crecida de sus simientes, y poder viajar
Sin billete a paraísos terrenales, y dormitar…
…dormitar en las copas de los arboles,
Ser inquilino de nidos abandonados,
Ahuecar mis alas con la lluvia, fresca,
Y despertar con el rocío de la mañana.
En esta orilla de pensamientos fantasiosos,
Dejo escapar la imaginación adormecida,
Buscando ficticios viajes, para alcanzar
Horizontes sin fin, entre alocadas visiones.
Volviendo a las blanquecinas arenas
Y a las espumosas aguas purificantes,
Que estimulan mi córtex cerebral,
Dejo constancia de mi abstracto recital.