Carlos Andrey Vargas Araya

Paradoja de los deseos humanos

En el vasto dominio de aspiraciones y ensueños, donde la llama del deseo arde, muda y profunda, el humano indaga, con mirada apacible, aquello que estima, será su joya más inmensa.

Anhela la perpetua lozanía, la eterna juventud, libre de lamentos y pesares, mas ignora que en cada surco y arruga de su piel, un relato se oculta. Ambiciona el fulgor del oro, los altares rutilantes, sin comprender que la dicha, no se adquiere ni se trueca.

Fantasea con potestades que retan a los cielos,subyugar, imperar, ser monarca del orbe,mas olvida que la magnitud más excelsa es el autoconocimiento,y que un espíritu íntegro y un corazón noble no precisa de lo vil.

Codicia el elogio, la gloria fugaz,
la ovación de la muchedumbre,
pero no percibe que la serenidad auténtica, se encuentra en el afecto.

Así el humano, en su perpetuo desear,
persigue sin tregua lo que estima indispensable,mas en su esencia, debe discernir,que lo trascendental, es saber amar y que su camino no es todo lo que desea, su eterna paradoja.