Si soy la piedra
que te desvía de tu sino
y perturba tu quietud;
dejaré de pensarte
y decir tu nombre
que hace eco en mi ser.
Si soy la espina
que llevas clavada
en el pecho
y distrae tu atención
en cosas vanas;
dejaré prisioneros
los versos que brotan
como odas del corazón.
Ya no seré más
la obstinada gema
que codicia tu alma;
y no porque haya dejado
de amarte, sino para dejar
que se encause tu espíritu
y puedas encumbrarte alto.