La lluvia golpeaba con fuerza los cristales de la pequeña casa de campo mientras Máximo se sentaba junto a la chimenea, perdido en sus recuerdos. Desde la muerte de su esposa Camila, la casa había estado sumida en un silencio aturdidor. Pero esa noche, algo cambió. Un golpe en la puerta interrumpió su soledad, un golpe que resonaba con un eco familiar.
Con prudencia, se levantó y se acercó a la puerta. Al abrirla, se encontró con la mirada penetrante de una mujer desconocida, empapada por la tormenta.
¿Puedo ayudarla? preguntó Máximo, sorprendido por la presencia de esta extraña en medio de la noche.
La mujer le entregó una carta y, sin decir una palabra, se dio la vuelta y se marchó bajo la lluvia. Máximo cerró la puerta, se secó la frente y abrió la carta con manos heladas. La carta estaba escrita por Camila, su difunta esposa, y hablaba de secretos enterrados y amores perdidos.
Máximo se sumergió en las páginas de la carta, transportado a un pasado que había intentado olvidar. Camila contaba sobre su juventud en el pueblo, sobre un amor prohibido y una tragedia que los separó. Pero lo más inquietante era la advertencia de Camila: \"Alguien está vigilando, alguien que no quiere que descubras la verdad\".
Determinado a desenterrar los secretos del pasado, Máximo se sumergió en una investigación que lo llevaría a oscuros callejones y a encuentros con personas que preferirían que el pasado permaneciera enterrado.