En el pueblo perdido entre montañas,
donde las sombras bailan en las calles desiertas,
el eco del silencio es la única melodía
que acompaña al susurro del viento.
En la casa abandonada, testigo del tiempo,
se entretejen los recuerdos entre el polvo y las telarañas,
mientras viejas voces susurran entre sus escombros
y las paredes guardan en su silencio las historias olvidadas.
Fotografías sepia adornan las paredes agrietadas,
reliquias de un pasado que se desvanece en la memoria,
mientras los sueños rotos yacen como vidrios quebrados,
testimonios mudos de un tiempo que ya no es.
Bajo el cielo estrellado, el alma de la casa suspira,
recordando los días de gloria que una vez vivió,
mientras el tiempo desdibuja las huellas
de aquellos que alguna vez llamaron este lugar su hogar.